14 de febrero de 2008

El tango guarango de Angel Villoldo

"La Argentina pedagógica del 80 se tuerce: la sífilis es epidemia y un ejército de meretrices y rufianes cuelga sexo a ritmo sostenido", dice el profesor de Filosofía y músico Gustavo Varela en el artículo "El origen maldito del tango", publicado en la revista "Nómada" (2007).
Lejos de la melancolía y la tristeza, el tango nació en los arrabales prostibularios de la mano de la fiesta del baile, la algarabía sexual y el desenfado de sus compositores. Un fortuito pero fatal cruce de culturas acaecido en la Buenos Aires de fines del siglo XIX, forjó un género infame, lascivo y bastardo que con los años fue modificando su esencia hasta perder prácticamente toda huella de sus primeros pasos.
"Los primeros títu­los son dobles -dice el antropólogo alemán Robert Lehmann Nitsche (1872-1938) en "Textos eróticos del Río de la Plata" (1923)-, hu­mor y sexo, risa y cierto pudor público. Nada de traición ni de reproche: 'Afeitate el siete que el ocho es fies­ta', 'Dos sin sacarla', 'Va Celina en punta', 'Aura que ronca la vieja'; un escándalo pa­ra la sociedad victoriana que insis­te, que no tolera el fermento del tango y lo prohibe, lo oculta, lo ve como una mú­sica infame".
En aquella época era "el reptil de lupanar" como lo llamó el poeta y ensayista argentino Leopoldo Lugones (1874-1938); o una música lasciva con sensualidad de suburbio.
"¿Suburbio? -se pregunta Lehmann Nitsche- En todo caso, arrabal prostibulario, ha­bitado por las patotas de niños bien y por músicos in­migrantes que improvisan para que ellos bailen, ellos y las mujeres extranjeras que bailan y desafían en cuartetas a la moral imperante: De cantores como vos tengo un aposento lleno, / con el culo para arriba me sirven de candelero, / con el culo para abajo me sirven para un carajo". Y concluye Lehmann Nitsche: "Son versos de prostíbulo, dichos por ella a él , como en una payada, improvisados, provocativos. No hay lamen­to ni un alma que sufre".
"Todavía hoy -sostiene Varela- a pesar de la llanura moralizante que tie­ne el baile, tan diferente al del origen, a pesar de ser li­so y sin cortes, la danza exuda sexo. Son las secuelas de la infección prostibularia, la fiebre puerperal con la que se contagió el tango en su parto. Por eso nunca fue un baile entre hombres sino un ritual de amantes, que los hombres practicaban entre sí para ser aun más diestros y llevarse consigo a la mejor presa del prostíbulo". Este es el origen del tango.
El músico y poeta Angel Gregorio Villoldo, nacido en el barrio de Barracas -en el sur de Buenos Aires- el 16 de febrero de 1861, ostenta el título de "Padre del tango", un honor un poco exagerado tal vez, porque fueron muchas las circunstancias que originaron esta música. Pero su gravitación fue tan importante en sus inicios y desarrollo que lo hizo merecedor del apelativo. Fue un gran transformador de tanguillos españoles, cuplés y habaneras, músicas éstas que convirtió en el sonido característico del Río de la Plata.
De pluma fácil, Villoldo escribió versos para comparsas carnavalescas y numerosos poemas y prosas para famosas revistas de la época como "Caras y caretas", "Fray Mocho" y "P.B.T.".
En toda su obra estaba presente la picardía, y sus diálogos estaban pensados en boca del hombre común y siempre referidos a situaciones reales del inquilinato, del barrio y muchas veces a cuestiones amorosas que retrataban la forma de hablar y comportarse del estrato social más bajo de la sociedad porteña. Su chispa, su fácil verba, le sirvió para entreverarse con payadores y para brindar actuaciones poco académicas y algunas veces decididamente procaces.
En esa línea, grabó en 1907 un milonga que ya había cantado infinidad de veces en las casas de tolerancia de la calle Junín, según él mismo cuenta en su libro "La historia de Baldomero" publicada en 1906:

"El no ha perdonado putas, ya sean malas, ya sean buenas,
rubias, blancas y morenas, a to­das las ha manyado;
el culo le ha desvirgado una noche a su comadre,
cogió a la hermana y al padre y en el col­mo del placer,
no teniendo a quien joder, un día se co­gió a su madre".

Después vendrían piezas memorables como "La morocha", "El esquinazo", "Yunta brava", "Petit salón", "Cuidado con los cincuenta", "El presumido", "El porteñito", "Yunta brava", "El choclo" y "Matufias", que lo harían inmensamente popular.
Sin embargo, Villoldo murió en la miseria el 14 de octubre de 1919, atropellado por un tranvía.