29 de marzo de 2008

La Tierra (II): una radiografía

Antes de comprender la hipótesis de la expansión continua de los fondos marinos, hay que comprender algunas cosas sobre el interior y sobre la superficie de nuestro planeta. Al no disponerse de ningún medio para ver la tierra en corte, la imagen que se tiene de su parte interna se apoya en datos indirectos, como por ejemplo los temblores de tierra, que producen ondas que viajan a través del planeta y proveen así un medio de son­dear sus entrañas.Los estudios sísmicos permitieron dividir a la tierra en varias zonas: una corteza externa de un espesor me­dio de 35 kilómetros (que se adelgaza has­ta llegar a los 11 kilómetros en los océa­nos); un "manto" que va desde la base de la corteza hasta una pro­fundidad de 2.900 kilómetros y el "núcleo". Se supone que el núcleo está en fusión, pero algunos indicios muestran que el interior del núcleo, más allá de los 5.100 kilóme­tros, se hallaría en estado sólido. Hace algunos años, los sismólogos determina­ron diferentes zonas en el "manto" de la tierra: hasta una profundidad de alrede­dor de 100 kilómetros, está la litosfera, una zona sólida, lo suficientemente rígida como para resistir a la deformación.Bajo la litosfera está la astenosfera, que es una región de resistencia débil que al­canza una profundidad de muchos cente­nares de kilómetros y que se cree que, par­cialmente, está en fusión. La tercera zona, la mesosfera es, en cambio, de una rigidez considerable.Se sabe también que el interior de la tierra es caliente: se estima que la temperatura del centro de la tierra es de 6.000 grados centígrados. Las temperatu­ras del límite entre el núcleo y la capa son, presumi­blemente, de 4.000 grados centígrados.El calor que llega a la litosfera es relativamente constante en casi todo el planeta. Sin embargo es más elevado a lo largo de una banda estrecha, situada en el fondo de los océanos. Esta banda se encuentra aproximadamente a mitad de camino entre las costas de los océanos.En razón de su topografía, se la ha llamado cortina o cadena medio-oceánica. Existe igualmente otra característica de los fondos submarinos: una línea de fosas que rodean la tierra, que tiene varias decenas de kilómetros de ancho y de 7.000 a 8.000 metros de profundidad, en la que hay una gran actividad sísmica. Los científicos Hess y Dietz pensaron que existían levantamientos en la capa de la tierra, debajo de la cortina medio-oceánica. En la cima de esa línea se formaría una nueva corteza, mientras que la antigua corteza sería absorbida por las fosas marinas.Así, el fondo del océano situado entre las cadenas y las fosas, se desplazaría progresivamente.La prueba de la movilidad pasada de la corteza terrestre se apoya en indicios de origen geológico y magnético, pero los datos sobre los movimientos actualmente en curso provienen de la sismología. En los últimos tiempos, los sismólogos confirmaron la idea de Hess y de Dietz sobre la expansión de los fondos subma­rinos. Desde hace algunos años se sabe que las cadenas medio-oceánicas no son continuas sino que están cortadas en segmen­tos dispuestos a lo largo de zonas de frac­tura. Esos segmentos montañosos sólo pue­den alcanzar algunos centenares de kiló­metros de largo.Según John Tuzo Wilson (1908-1993), geólogo de la Universidad de Toronto, esos segmentos pudieron haberse formado de dos maneras. O bien las cade­nas aparecieron en línea continua y luego se cortaron y apartaron, o bien comenza­ron por ser una serie de estribaciones a las que continuaron afluyendo materiales.La segunda posibilidad confirma la idea de la expansión de los fondos marinos.Tiene como principio un flujo continuo que provendría de las crestas adyacentes estacionarias.Las rocas que salen de una cresta se desplazan en relación a las que son producidas por otra cresta, en el es­pacio comprendido entre las dos cadenas. El epicentro de los temblores de la tierra en el emplazamiento de una cortina, está casi siempre entre las crestas de una ca­dena o a lo largo de la línea de falla que separa a dos segmentos de cadenas. Es raro que se produzcan temblores de tierra en un prolongamiento de la línea de falla en las cuencas oceánicas. Los sismos na­cen sobre la falla y brindan el tras­torno necesario para determinar de qué manera se produce el movimiento de la corteza a lo largo de esa línea.
Si en el momento de un temblor de tierra que tiene lugar a lo largo de una falla, un observador se colocase al lado de manera tal que el movimiento de la falla se diri­giera hacia él, registraría en un sismó­grafo una onda de compresión inicial. Si al contrario, el movimiento del suelo estu­viese lejos de él, su instrumento indicaría una onda inicial de refracción. A partir del estudio de los resultados ob­tenidos por estaciones emplazadas alrede­dor de la tierra, es posible determinar la dirección en que se desplaza cada parte de la falla, y por tanto de qué tipo de falla se trata.Así, muy poco tiempo después de la hipótesis realizada por J. T. Wilson respecto de la falla inversa, Lynn Sykes (1937), del "Lamont Geological Observatory", utilizando los datos provistos por estacio­nes sismológicas del mundo entero, probó que los movimientos registrados entre los segmentos de crestas correspondían a fa­llas inversas.Es evidente que si surge una nueva cor­teza al nivel de las cadenas será necesario que la vieja corteza se destruya en algún lado, para que la tierra conserve siempre la misma superficie. Según la hipótesis de la expansión de los fondos submarinos, esa corteza se destruye en el emplazamien­to de las fosas oceánicas. Por la violencia y la frecuencia de los temblores de tierra, el sistema de fosas es la zona más activa del globo. En esas regiones, los temblores son corrientes e importantes. Además, las fosas son el lu­gar de los sismos más profundos que se conocen, produciéndose a 700 kilómetros. Los temblores de tierra, asociados a lared de fosas, se extienden en un plano que forma un ángulo de alrededor de 30 gra­dos con la cuenca oceánica. Algunos tem­blores de tierra se producen bajo las fosas. Actualmente, no faltan pruebas de la ex­pansión de los fondos marinos y de la movilidad de la corteza terrestre. Además, los estudios sísmicos permiten saber qué ocurre en la superficie de la tierra. Por otra parte, al desplazarse los conti­nentes al mismo tiempo que el fondo del océano, parece inevitable que dos o más masas continentales finalmente choquen. La cortina medio-oceánica está en contac­to con la masa continental en dos puntos: el golfo de California y el Mar Rojo.En los dos casos, esto supone una gran acti­vidad tectónica. El Mar Rojo se formó luego de la separación de la península de Arabia y del continente africano. Parece que California está separándose a lo largo de la falla de San Andrés, a una veloci­dad de 5 cm. por año. Si el movimiento continúa, dentro de algunos millones de años California se habrá convertido en una isla.