8 de diciembre de 2008

Joaquín Sabina: "La canción es un género humilde con una capacidad de comunicación tremenda"

En octubre de 1996, Joaquín Sabina (1949) pasó por Buenos Aires y agotó cinco veces las localidades del teatro Gran Rex. El poeta, cantante y escritor de canciones español llegó esa vez a la Argentina para presentar el material del, por entonces, nuevo disco "Yo, mi, me, contigo", que seguía a los anteriormente editados "Inventario", "Malas compañías", "Ruleta rusa", "Hotel, dulce hotel", "El hombre del traje gris", "Mentiras piadosas", "Física y Química" y "Esta boca es mía". La revista "La Maga" aprovechó la ocasión para -por intermedio de su periodista Pablo Marchetti- entrevistarlo para el nº 252 del 13 de noviembre de 1996.¿Cómo es eso de que el subcomandante Marcos te escribió una carta?

La historia es muy simple: en México, en el hotel donde yo estaba alojado, vino un tipo y me dijo que tenía una carta para mí. Era una carta de Marcos. Y lo que más me impresionó, además de que estuviera dirigida a mí, fue que no hay una palabra de política; que habla de dolores de muelas, de que le ayude a recuperar una mujer y tal. Marcos está tan lejos del Che Guevara... Por supuesto que el Che es admirable, pero también es unidimensional e implacablemente revolucionario. Y a mí lo que me interesa mucho de Marcos es que se sitúa en un lugar infinitamente más al ras del suelo, con dudas, con humor, con vulnerabilidades.

¿No creés que esas diferencias entre Marcos y el Che Guevara tienen que ver también con los momentos históricos en que vivieron, y con las cosas que pasaron durante ese tiempo?

Hombre, supongo que él, que es listísimo, es totalmente consciente de que la política ha llegado a tal grado de descrédito a base de estafas y de derrotas, que es muy difícil convencer a la gente simplemente con enunciados políticos. Y ha llegado a ese convencimiento al mismo tiempo que muchos de nosotros. Está bien que los líderes políticos -y él es uno muy importante, en el sentido de la influencia que tiene en mucha gente que está volviendo a creer en ciertas cosas gracias a él- se sitúen en ese lugar, es decir, no diez peldaños por encima de la gente, sino sólo uno, o en el mismo nivel. Hay tantas heridas históricas y ha habido tantas catástrofes, que es imposible construir una alternativa que no pase por la duda.

Y esto, traducido a la canción, ¿qué significa? ¿Qué diferencia hay entre hacer una canción política en los '60 y en los '90?

Yo creo que todas las canciones son políticas, pero yo sé que tú piensas -y tienes razón- que ese es un modo de no contestar. Pero creo que lo que hay que hacer es describir el mundo que uno vive, que incluye los sueños, las fantasías, las contradicciones y las reconstrucciones de utopías, nombrándolas aún a sabiendas de que son utopías. Creo que lo que hay que contar es la desesperación, la vida tal como es, sin hacer lo que hace el neoliberalismo, que es marginar a dos tercios de la población. Hay que incluir a esos dos tercios en las canciones, lo que no sé es cómo. Desde luego no hay que hacerlo con consignas, eslóganes, ni de la forma de la vieja canción revolucionaria que llamaba a la acción. Sería insoportable para la gente que sigan siendo así. Y en cualquier caso, aunque te parezca esteticismo, en nuestro idioma es urgentísimo que las letras tengan una mínima dignidad gramatical. No pido siquiera que sepan rimar o poner los acentos. Pido, simplemente, que las letras no parezcan declaraciones de Caniggia después de un partido; que parezcan, al menos, declaraciones de Valdano. No hay derecho a poner en las radios o en las tiendas esas letras balbuceantes, descerebradas. Creo que es una falta de respeto al público, a la cultura, a la comunicación, a todo. No pido arte, porque el arte lo dan los dioses, sino gramática.

Este llamado de atención tuyo, ¿tiene que ver con que te preocupan más las letras que la música?

No, es que a la música tengo muy poco que reprocharle. En nuestros países hay muy buenos músicos, que producen hermosas melodías . Yo no creo que se pueda separar ni cuerpo y alma ni letra y música. Porque no estamos hablando de poesía sino de canción. Si hablamos de poesía pondríamos el listón estético más alto; no se le puede llamar poesía a cualquier cosa. Yo hablo de ; y que desde que las ideologías se suicidaron -o las mataron- vienen ocupando un lugar mucho mayor del que le correspondería en la banda sonora del corazón de la gente. Creo que es un material sagrado que no se puede maltratar. No sé si estoy divagando... sí, estoy divagando. Divaguemos.

¿Por qué si en tus discos, sobre todo en los últimos, incursionaste tanto en ritmos latinos -bolero, tango, salsa, corridos mexicanos-, cuando tocás en vivo haces shows tan rockeros?

Bueno. Primero, me sorprende la pregunta porque no creo que sean tan rockeros. Segundo, sí es verdad que en shows dirigidos a grandes públicos -que es lo que estamos haciendo ahora- elegimos muchos rocanroles porque calientan y sirven para aglutinar a la tribu. Pero en abril vendremos a hacer un show acústico dirigido, por un lado, a esos pibes que escriben diciendo: "No puedo ir al Gran Rex porque no tengo plata", y, por otro, para ir a lugares donde no pudimos ir nunca porque no cierran las cuentas, viniendo desde España con siete músicos. Volviendo al tema del rocanrol, me parece bueno porque hay muchos pibes que desconfían de ilustrísimos cantautores que han confundido el escenario con el pulpito y que son solemnes. Y aburridos. Y pelmazos. Muchos pibes desconfían de la poesía, y entonces las grandes palabras hay que enmascararlas con ritmos pop para colar el veneno a traición en la gente.

¿Cómo es eso de colar el veneno? ¿Esa es tu actitud al escribir una canción?

Yo he hecho canciones pop con estructuras estándar, como otras que suenan en la radio. Sin embargo creo que me he propuesto -y no sé si lo he conseguido- que no sean de usar y tirar, que dejen un pocito, que vuelvan a aparecer al cabo de los meses o de los años, como algo que crece en la cabeza, en el corazón o en el sexo de la gente. No sé explicarlo mejor. Por eso me gusta la palabra veneno: porque trato de que sea algo infeccioso. Siempre he sido partidario de aparecer en programas de televisión mayoritarios, incluso algunos donde mis amigos no quieren verme. Creo que es más interesante colarse a traición en la sala de estar de la clase media normal que no iría nunca a verme e intentar que quede alguna palabra o algún verso, que dirigirme a los convencidos que leen "La Maga" o a los primeros que compran mis discos. Ojo, no creo que "La Maga" tenga voluntad de marginación, así como tampoco la tienen mis canciones. Es el poder quien margina a "La Maga" y a mis canciones.

Es curioso que seas un tipo tan escéptico y que, por otro lado, te consideres un hombre de izquierda. Por otro lado, ganás hablando de perdedores. ¿Cuánto hay de personaje en vos y en tus canciones?

Yo tengo la impresión de que al perdedor lo reivindican, o al menos hablan de él, todo el cine, hasta el cine malo, toda la poesía y todo el rocanrol, que es la historia de gente que quería morir joven y dejar un hermoso cadáver. ¿Por qué en mi caso hay más caricatura que en todos los demás? Bueno, algo de culpa tendré. Seguramente he hablado demasiado. Pero, por otro lado, a mí me gusta la calle, y si estás en los bares, todos te ven allí. Yo vivo en mitad de Madrid y no tengo carro porque nunca supe conducir. Entonces, si quieres llevar una vida normal, eso parece una pose. Si tienes éxito, llenas teatros y luego vas a los bares, da la impresión de que quieres ponerte la careta de normal. Pero es eso lo que me gusta, ¿qué voy a hacerle? De todos modos, está bien que desconfíen porque yo desconfío de todo el mundo. Cuando veía tocar en bares de Madrid a grandes famosos como Serrat, Víctor Manuel o Miguel Ríos, que entonces no eran amigos míos para nada, yo desconfiaba de ellos muchísimo porque pensaba que eran unos desertores, del modo que ahora mi primer público piensa que yo lo soy. Y yo no soy mejor que esos hijos de puta que desconfían de mí... ¡já, já, já! Es una sana actitud social esa desconfianza.

¿No creés que es mucho más fácil desconfiar o encontrar contradicciones en alguien que, como vos, permanentemente habla en los medios de sus ideas políticas de izquierda?

Bueno, no creo que esas ideas estén explícitas en mis canciones. Que las tengo y las digo, sí, claro; pero en eso no creo que sea diferente del fontanero o del oficinista. Excepto porque a mí me ponen un micrófono delante. Entonces, sí, desde luego, hablo. Y si algo significa todavía la izquierda, que para mí es un poco de sentido de la solidaridad y de la justicia, y que no dé igual que dos tercios de la población se mueran de hambre, pues sí, creo que cada vez que me ponen un micrófono delante mi obligación es decirlo. También apoyo a veces a partidos políticos; sin embargo no voto ni he votado nunca. Es decir, ya que hablabas de persona y personaje, la persona es anarquista y el personaje le dice a la gente que vote opciones de izquierda. ¿Que eso es esquizofrenia? Sí. ¿Que no pienso ir al psiquiatra? También.

Antes te decía que te veía más preocupado por la letra que por la música de las canciones. Me da la sensación de que la música, o, más bien, el formato de canción, es una excusa, un medio para decir algunas cosas.

Creo que mis canciones a veces se destacan, no porque sean buenas, sino porque hay que ver cómo estaban las otras. Es decir, si yo no hiciera letras un pelín más gramaticales, pasarían inadvertidas, serían como las demás. Yo le digo a la gente que lea los créditos de mis canciones. Las letras son mías, pero las músicas pertenecen casi todas a los mejores músicos de España, Antonio García de Diego y Pancho Varona. Lo que ocurre es que a veces las letras son un poco la luz que quitan la atención de otro lugar, cosa con la que mis músicos sufren con muchísima razón. Pero insisto en que creo que esto ocurre por la descompensación que tienen con el resto de las letras.

¿En serio creés eso? Dejate de joder...

¡Já, já, já! ¡Y yo qué sé! ¡Sí, me preocupan más las letras que la música!

Para vos es mucho más interesante hablar de perdedores, ladrones y gente por el estilo. Vos le dedicaste una canción, "Por un par", a un ladrón famoso, el Dioni. ¿Qué pasó con él?

El Dioni era un personaje infinitamente más interesante en las canciones que en la vida real, que hizo una obra de arte: robó un furgón dejando el dinero del salario de los trabajadores y sin hacer daño a nadie. Con eso se fue a Río de Janeiro, se compró un peluquín fantástico, se operó una bizquera que tenía y se tiró a todas las mulatas de Brasil, cosa que aplaudió el país entero. Cuando el Dioni volvió era un personaje siniestro, amigo de policías fascistas, y yo me negué siempre a hablar con él, cosa que nadie entendió, porque decían que era un desconsiderado. Lo que ocurría es que a mí me interesaba ese fantástico Dioni que se fue y no el que volvió. Y un día me hicieron un atraco en la radio, porque sabían que yo no quería hablar con él, y me lo pusieron al teléfono. Pero la verdad es que estuvo muy gracioso. La canción dice, refiriéndose a las mulatas, "sobre todo si les pagan por un francés/ dos veces lo que en Madrid ganaba currando un mes", y el Dioni, que es un miserable muy divertido, me dice: "Sabina, lo único que no te perdono es que he tenido que explicarle a mi pobre madre lo que es un francés", ¡já, já, já! Y ahí estuvo grande. Aparte, que yo no quería hacer una canción al Dioni, sino "Pedro Navaja", pero ya estaba hecha. En realidad, "Con un par" es un homenaje a esa canción fenomenal que es "Pedro Navaja".

En varios medios hablaste de tu colaboración con Charly García. Pero en "Yo, mi, me, contigo", tu disco más reciente, también colaboró el líder de Mano Negra, Manu Chao. ¿Por qué decidiste trabajar con él?

Así como la colaboración con Charly fue totalmente casual -él justo estaba en Madrid, hablamos y vino al estudio-, la de Manu Chao no, es la única prefabricada. Yo había escrito ese rap hacía ocho años. A mí el rap me interesó siempre muchísimo, sobre todo el rap radical negro o portorriqueño, de Nueva York, porque me pareció un vehículo, como el primer rocanrol, para chavales que no tenían ninguna opción en la vida, querían hacer de héroes y no querían dedicar ni cinco minutos de su vida a aprender a tocar nada. Y, por otro lado, poder soltar por la boca todo lo que les diera la gana. Eso me parecía, y me sigue pareciendo, un vehículo fantástico. Me refiero al rap radical, y no al que llega a España o aquí, un rap de clase media. Entonces yo quise hacer un rap que estuviera bien gramaticalmente. Pero por más desfachatez que uno tenga es muy difícil incurrir en terrenos donde uno no se siente cómodo. Por eso cada vez que quería hacer un "demo" o grabarlo me sentía tan ridículo y fuera de lugar que ni siquiera se lo mostraba a mis amigos. Pero seguía creyendo en él. Y Mano Negra me gustó siempre muchísimo. Entonces lo llamé a Manu Chao y le dije: "Ayúdame a que esto tenga un mínimo de credibilidad". Y fue instantáneo, porque llegó al estudio y le dije: "Bueno, veamos qué hacemos", y él contestó: "Nada, cabrón, ponte a cantar". Y yo: "No, que me da vergüenza mostrar el culo, ¿sabes lo que es tirarte a la pileta y no saber nadar?", y él insistió: "Pues, cojones, tienes que poder, haz lo que te salga, no se puede cantar un rap sin pudor". Y así salió. Creo que está muy bien.