14 de febrero de 2009

Marx. ¿Qué hay de nuevo, viejo?

La editorial académica alemana Karl Dietz Verlag, fundada en 1946 en Berlín, publica allí la edición original en alemán de los libros del filósofo Karl Marx (1818-1883), entre ellos "Das kapital" (El capital). Las crecientes ventas de una edición anotada de este libro lo han convertido en un "best-seller": hasta 2004 se vendían menos de cien copias al año, en 2005 ya se vendían cuatrocientos ejemplares, en 2007 la cifra saltó espectacularmente a los mil trescientos, y en 2008 la cifra superó los cuatro mil.
Resulta claro que el público está interesado en aprender qué decía Marx sobre las razones por las que el capitalismo no funciona. Cuando comenzaron a derrumbarse las bolsas del mundo, también se desplomaron muchas de las ideas dominantes del últi­mo siglo con las que nacieron la globalización y el neoliberalismo, poniendo de manifiesto que las teorías que los sustentaban se basaban en falsedades. Probablemente sea por eso que reaparece Marx, quien dedicó gran parte de su vida a analizar la sociedad capitalista, intentando ex­plicar mediante exhaustivos análisis las entrañas del sistema.
En medio del derrumbe, el senador de Nevada Harry Mason Reid (1939), miembro del Partido Demócrata y jefe de su bancada en el Senado de Estados Unidos dijo que "estamos en territorio desconocido, esto es un juego diferente... Nadie sabe qué hacer". El Ministro de Economía de Alemania, Peer Steinbrück (1947), miembro del gobernante Partido Socialdemócrata de Alemania aseguró que "la misma gente que estaba en contra del financiamiento a través del endeudamiento público, es ahora la que despilfarra miles de millones", y se jactó de ser un seguidor de la teoría marxista. Stefan Aust (1946), Jefe de Redacción del semanario "Der Spiegel" que se edita en Hamburo admi­tió en un editorial que "ciertas partes de la teoría de Marx no son realmente tan malas". Por otro lado, el arzobispo de Canterbury Rowan Williams (1950), recordó que "Marx observó hace tiempo la forma en que el capitalismo des­enfrenado se convirtió en un tipo de mito­logía que atribuye realidad, poder e inte­ligencia a cosas sin vida propia. Estaba en lo cierto en eso".
"¿Dónde estaba todo ese dinero desbloqueado para rescatar los bancos? Estaba muy bien guardado. Luego apareció de repente, ¿para salvar qué? ¿vidas? No, bancos", declaró el premio Nobel de Literatura José Saramago (1922). "Marx nunca tuvo tanta razón como ahora", destacó el escritor, que consideró que "las peores consecuencias aún no se han manifestado". Por su parte, el ensayista británico Eric Hobsbawm (1917) afirmó que la debacle financiera es "el equivalente al colapso de la Unión Soviética y el final de una era. Sabemos que se terminó una era pero no sabemos qué vendrá". Según el historiador, "tenemos un problema intelectual: solíamos pensar que habían dos alternativas, o una o la otra: o el libre mercado o el socialismo. Creo que tenemos que dejar de pensar en una o la otra y debemos pensar en la naturaleza de la mezcla". Ante la novedad de que Marx se ha puesto de moda entre banqueros, financistas y empresarios, Hobsbawm encuentra "bastante extraño que el redescubrimiento de Marx lo hayan generado los hombres de negocios. Desde la crisis de los '90, son los hombres de negocios quienes empezaron a hablar en términos de decir: 'Bueno, Marx predijo esta globalización y podemos pensar que el capitalismo está planteado como una serie de crisis'. No creo que el lenguaje marxista políticamente será prominente; pero intelectualmente, la naturaleza del análisis marxista sobre la forma en la que el capitalismo opera verdaderamente será importante".
Según el autor de la grandiosa "The age of extremes: the short twentieth century" (Historia del siglo XX), "lo que ha estado pasando es que en los últimos treinta años el capitalismo global ha operado de una forma inestable en los países desarrollados. Ellos se han mantenido, hasta un cierto punto, al margen, y por ello lo han minimizado. En Brasil, en los '80; en México en los '90; en el sudeste asiático y Rusia en los '90; en Argentina en 2000: todos sabían que estas cosas podían traer catástrofes en el corto plazo. Y para nosotros eso implicaba caídas tremendas en la Bolsa de Londres pero luego, seis meses después, recomenzábamos de nuevo". Y luego advirtió que "ahora, tenemos los mismos incentivos que habían en los '30: si no se hace nada, el peligro político y social es profundo".El arzobispo de Munich Reinhard Marx (1953), que no tiene ningún parentesco con el filósofo, declaró creer en el espíritu de la encíclica Rerum Novarum -dictada por el papa León XIII en 1881- como carta abierta a los obispos católicos sobre la relación entre capital y trabajo y entre gobiernos y ciudadanos. En esta encíclica, la Iglesia exponía la necesidad de "aliviar la miseria que carga tan injustamente la mayoría de la clase trabajadora". Parece que, de vez en cuando, el arzobispo Marx se encontraba frente a frente con la "miseria de la clase trabajadora" y entonces -admite- leía "El capital" del filósofo Marx. Reinhard Marx expresó a fines de 2008 su admiración por la visión de futuro de Karl Marx: "¿Acaso el capitalismo será apenas un capítulo de la historia económica y desaparecerá, víctima de sus propias contradicciones, como él lo previó?", se preguntó, para concluir diciendo que "hace ciento cincuenta años, Marx predecía la globalización y ya veía las fallas del capitalismo".El historiador y escritor alemán Jörn Schütrumpf (1933), director ejecutivo de la editorial citada al principio aseguró que "millones de personas han decidido desempolvar los libros de Karl Marx" y explicó que los nuevos lectores pertenecen a "una joven generación académica que se ha dado cuenta de que las promesas neoliberales de felicidad se han demostrado falsas". Simultáneamente, varios teóricos marxistas recordaron que la crisis financiera de 1857 en Estados Unidos alentó a Marx a intensificar sus estudios sobre el capital y los ciclos de auge y depresión. Diez años después, publicó "El capital", que describía al capitalismo como anárquico e irracional, y advertía que "promueve una carrera a ciegas guiada por la frenética búsqueda del lucro y la acumulación de riqueza".
Para reemplazar este sistema condenado, Marx proponía una economía dirigida desde el Estado, basada sobre un sistema racional de reglas que eliminasen la pobreza y la inequidad social. En 1848, el filósofo argumentó en "Das kommunistische manifest" (El manifiesto comunista) que "hasta ahora la historia de toda sociedad es la historia de la lucha de clases, la lucha entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas". Estudiando un capitalismo que no había alcanzado el nivel de desarrollo ac­tual, imposibilitado de ver la concentración monopólica, su desarrollo, el imperialismo, las crisis recu­rrentes y las guerras, el padre del socialismo científico explicaba ya entonces el funcionamien­to de la sociedad capitalista: "La pro­ducción económica y la estructura social que de ella se deriva necesariamente en cada etapa histórica constituyen la base sobre la cual descansa la historia política e intelectual de esa época".
Para Marx, el sistema se basaba en la opresión del pro­letariado, la explotación de los recursos naturales y la extensión del dominio a todo el mundo. En aquel momento, no imaginó que ese fenómeno se llamaría globalización. También explicó que "en un sistema de producción en que toda la trama del proceso de producción descansa sobre el crédito, cuando éste cesa repentinamente tiene que producirse inmediatamente una crisis, una demanda violenta y en tropel de medios de pago. Por eso, a primera vista, la crisis aparece como una simple crisis de crédito y de dinero. Pero, al lado de esto, hay una masa inmensa de estas letras que sólo representan negocios de especulación, que ahora se ponen al desnudo y explotan como pompas de ja­bón". Asimismo auguró que "los productos y mercancías perderán su valor real -utilidad y el trabajo invertido en su producción-, para convertirse en fetiches sobrevalorados por cualidades intangibles como el diseño o la marca. Los empresarios infundirán en los obreros la falsa necesidad de comprar esos carísimos productos -vivienda, tecnología, etcétera- y, por lo tanto, les obligarán a hipotecarse y endeudarse hasta un punto intolerable. Por fin, esas deudas impagas provocarán la quiebra de la banca que deberá ser nacionalizada".Igualmente arguyó que "las crisis comerciales, además de destruir una gran parte de los productos elaborados, aniquilan una parte conside­rable de las fuerzas productivas existen­tes. En esas crisis se desata una epidemia social que a cualquiera de las épocas an­teriores hubiera parecido absurda e incon­cebible". Cualquier semejanza de es­tas palabras con la realidad es puro análi­sis científico marxista. Mientras los gobiernos del mundo in­tentan salvar a los bancos, desde hace un siglo y medio Marx nos recuerda que "el Poder Público vie­ne a ser, pura y simplemente, el Consejo de Administración que rige los intere­ses colectivos de la clase dominante".
Hoy, los europeos están desempolvando "El Capital", el análisis crítico del sistema capitalista escrito entre 1864 y 1877 por Karl Marx. El fenómeno no se limita sólo a sus libros: su casa natal en la ciudad de Tréveris ha recibido en 2008 a más de cuarenta mil visitantes y al menos treinta universidades de Alemania ofrecen nuevos cursos sobre teoría marxista, así como conferencias sobre "El capital". La renovada popularidad de Marx no se restringe a Alemania. Un portavoz de la editorial francesa Presses Universitaires, informó que las ventas de sus traducciones se triplicaron desde mediados de 2008.