27 de junio de 2009

Gianni Vattimo: "Hoy estamos en manos de un capitalismo que piensa solamente en el desarrollo de la riqueza propia"

El filósofo italiano Gianni Vattimo (1936) estudió Filosofía en la Universidad de Turín, su ciudad natal, y, posteriormente, realizó dos cursos en la Universidad de Heildelberg. En 1964 comenzó la docencia en la Facoltá di Lettere e Filosofia de Turín, de la que llegó a ser decano. Claramente influido por Friedrich Nietzsche (1844-1900) y Martin Heidegger (1889-1976), autor este último que ha traducido al italiano, Vattimo ha criticado los excesos de la tradición metafísica occidental, proponiendo en su lugar una alternativa de reflexión abierta y plural, el "pensamiento débil", como manera de rechazar la existencia de una verdad única y absoluta, y postulando la necesidad de aceptar que el ser humano habita un mundo posmoderno en el que las certezas han sido desplazadas por las verdades parciales y el relativismo. Entre sus obras principales figuran "Le avventure della differenza" (Las aventuras de la diferencia), "La fine della modernitá" (El fin de la modernidad), "Il pensiero debole" (El pensamiento débil), "Il soggetto e la maschera" (El sujeto y la máscara), "Etica dell'interpretazione" (Etica de la interpretación), "La societá trasparente" (La sociedad transparente), "Il Futuro della Religione" (El futuro de la religión) y "Nichilismo ed emancipazione" (Nihilismo y emancipación). En 2007 presentó "Ecce comu. Come si ri-diventa ció che si era" (Ecce comu. Cómo se vuelve a ser lo que se era), un libro que reune una serie de artículos escritos entre 2002 y 2004 que recién ahora apareció en la Argentina. En él, el autor desmiente el juicio que acusaba al "pensamiento débil" de ser uno de los últimos productos ideológicos del capitalismo tardío. Se pregunta: "¿Se puede volver a ser comunista?", un cuestionamiento filosófico y político que se refiere al deseo de que retorne una ideología a la que se ha dado por muerta, y responde que hoy se ha tornado necesario e indispensable reavivar la llama del comunismo para acotar al capitalismo salvaje y a sus máximos exponentes e íconos. En el ideario de Karl Marx (1818-1883), dice Vattimo, están las respuestas para afrontar la crisis global que está golpeando intensamente a países europeos industrializados en particular, y a los países subdesarrollados en general. En esta entrevista realizada telefónicamente entre Turín y Buenos Aires por el periodista Héctor Pavón, y publicada por la revista "Ñ" nº 294 del 16 de mayo de 2009, el filósofo responde sobre el ideal del retorno al comunismo y sobre las fuentes que nutrieron su pensamiento.


¿Cuáles son los libros que más lo han influenciado desde sus primeras lecturas hasta el presente?

Es difícil enumerarlos a todos ahora. Comienzo desde la adolescencia: Emmanuel Mounier, "Fe cristiana y civilización"; Jacques Maritain, "Humanismo integral"; Thomas Mann, "La montaña mágica"; Georges Bernanos, "Diario de un cura rural". Después: Friedrich Nietzsche, "Segunda consideración intempestiva"; Martin Heidegger, "Ser y tiempo"; Luigi Pareyson, "Arte, verdad e interpretación"; Hans Georg Gadamer, "Verdad y método". Pero son nada más que los primeros que me vienen a la mente.

¿Cuál ha sido la influencia de los textos marxistas en su formación humana y filosófica?

Tuve pocas lecturas marxistas en mi juventud. Una pequeña parte de "El Capital"; más textos de la Escuela de Frankfurt: Marcuse, Adorno, Horkheimer, Habermas. Creo que me acerqué al marxismo a partir de dos consideraciones: Marx tiene razón cuando describe la proletarización progresiva ligada al capitalismo, los proletarios son cada vez más y los patrones cada vez más ricos y en número más restringido. Y a continuación: en una sociedad que se vuelve cada vez más controlada y controlable con las tecnologías de la información, sólo un gobierno socialista puede salvarnos de la esclavitud.

¿Realmente lo cree así?

Sí.

¿Y cuáles serían los incentivos, las causas que podrían convertirnos al comunismo hoy?

Las dos consideraciones que mencioné antes. Y la idea del comunismo, tal como la definía Lenin: electrificación y sóviet. Lo que significa: desarrollo económico y tecnológico, pero controlado por todos los ciudadanos, no confiado a las manos de unos pocos tecnócratas al servicio del capital. Hoy estamos -al menos en Occidente- en manos de un capitalismo que piensa solamente en el desarrollo de la riqueza propia, mientras que la calidad de vida y la participación de los ciudadanos tiende a ser nula.

¿Y usted cree que la izquierda de hoy tiene la capacidad de leer y entender a Marx y de volcarlo en ese tipo de políticas concretas que usted menciona?

No sabría qué decir; solamente constato que muchos políticos de izquierda hoy creen -con los conservadores- que Marx es "un perro muerto". Pero no son políticos de izquierda; las pretensiones de realismo y de eficacia inmediata los reducen al nivel de sus adversarios. Izquierda: ¡un esfuerzo más, por favor, antes de que el capitalismo imperial nos fagocite a todos!

A veces se producen ayudas involuntarias, ¿no cree que personajes como Berlusconi colaboran para que muchas personas retornen a Marx?

Sí, Berlusconi en tanto caricatura del capitalismo más consumista y descarado, debería impulsarnos a volver a Marx. Pero como domina los medios de comunicación, no es tan fácil que sirva realmente para ese objetivo. Es más bien un agente de corrupción moral universal. ¿Será que para redescubrir el comunismo debemos antes tocar el fondo de la alienación capitalista?

¿Qué opina de las experiencias socialistas latinoamericanas? ¿Tienen futuro? ¿Cómo se ven desde Europa?

No sólo creo que los socialismos latinoamericanos tienen un futuro. Creo que ellos son el futuro, hasta del posible socialismo europeo, que solamente aliándose productivamente con Castro, Chávez, Morales y los otros líderes de izquierda de América Latina tendrá la posibilidad de construir una Europa capaz de enfrentar al viejo poder exorbitante de los Estados Unidos y a las nuevas superpotencias neocapitalistas que se presentan en la escena del mundo actual.

Para usted, ¿el populismo es una categoría política de segunda clase, una mala palabra como lo es para muchos politólogos?

No creo que populismo sea un término vergonzoso en política. Naturalmente, como sucede con todos los "ismos", debería dejar paso a lo que constituye su referente de base, el pueblo. Como decía, los soviets, aunque la palabra asuste a muchos, son solamente los consejos democráticos de los ciudadanos. Sin ellos, la democracia muere. Y ya está muriendo en muchos países de Occidente.

¿Siente nostalgia de la era comunista, cuando para la izquierda europea y latinoamericana todo parecía posible?

Cuando se pensaba en el advenimiento del comunismo eran tiempos distintos del nuestro, e incluso momentos distintos entre sí. Se pensaba en los años de los fascismos europeos, y entonces era un sueño de libertad auténtica, que por lo demás se confirmó con el aporte decisivo que hizo la Unión Soviética a la derrota del nazismo. No debemos olvidar que sin la batalla de Stalingrado no habrían bastado norteamericanos e ingleses para combatir a Hitler. Después, en los años de la Guerra Fría, la esperanza del comunismo se vio muy opacada por los desastres del estalinismo, no sé hasta qué punto por culpa de Stalin o también por culpa de la propaganda estadounidense. Pero de todos modos, ahora que el comunismo "real" murió, se puede y se debe esperar respuestas del comunismo. Me refiero al comunismo como ideal de la igualdad y la justicia social, de una sociedad más humana y amistosa.

¿Y en este contexto, cuál es el valor, el significado de la palabra utopía?

Se ha hablado muy mal de la utopía en estos últimos años, pensando que era mejor predicar un realismo capaz de transformar realmente el mundo. Pero el realismo enseguida se convierte en la disponibilidad a cualquier concesión. Esto se ve en la historia de los movimientos políticos de izquierda, incluso y sobre todo en Italia, y en Europa. Quizás una verdadera oposición al capitalismo puede ser sólo intensamente utópica; debe saber renunciar a perspectivas de poder a corto plazo, de lo contrario se deja corromper fatalmente. Naturalmente, entiendo que es un problema: un partido, aún de izquierda, debe estar en condiciones de prometer a sus electores algún resultado sin plazos de siglos. Pero en la situación actual, con la corrupción y el compromiso que invaden también los partidos de izquierda en Europa, es necesario volver a descubrir el valor de la utopía, de los proyectos de transformación radical, de lo contrario no se arregla nada ni siquiera en el plano de las cosas más banales. Es necesario, en suma, poner en funcionamiento un canon también para matar un moscardón, una gran perspectiva revolucionaria incluso para hacer funcionar los correos estatales. En síntesis: sólo si aceptamos volver a ser, como decían Marx y Engels, un "fantasma", el comunismo tiene perspectivas de futuro.

¿Usted se define como comunista?

Cierto, me defino comunista justamente en ese sentido, pese a no ser partidario de una economía planificada y un Estado burocrático. Pero también Lenin soñaba con el fin del Estado. ¿Puedo llamarme anarco-comunista? También esa es una utopía. ¿Por qué no?