29 de julio de 2009

Ana María Matute: "¿Por qué la gente no habla? ¿Porqué se calla y se queda con los malos entendidos y sus rencores?"

Ana María Matute (1926) se inició en la pintura y la música en su Barcelona natal. Publicó sus primeros cuentos en la revista catalana "Destino" y ha sido galardonada con muchos e importantes premios. En 1996 fue elegida académica de número de la Real Academia Española. Su primera novela publicada, "Los Abel", está inspirada en la historia bíblica de los hijos de Adán y Eva, en la cual reflejó la atmósfera española inmediatamente posterior a la Guerra Civil desde el punto de vista de la percepción infantil, un enfoque que mantendría constante a lo largo de su primera producción novelística. Su numerosa y exce­lente obra narrativa se compone de las novelas "Fiesta al Noroeste", "En esta tierra", "Pequeño teatro", "Los hijos muertos", "Tres y un sueño", "Primera memoria", "El tiempo", "Los soldados lloran de noche", "La trampa", "La torre vigía", "El río", "Luciérnaga", "Olvidado rey Gudú" y "Aranmanoth". También ha publicado relatos cortos y cuentos para niños, entre los que se pueden mencionar "Paulina, el mundo y las estrellas", "El país de la pizarra", "Los niños tontos", "Caballito loco", "El polizón del Ulises", "Sólo un pie descalzo", "El saltamontes verde", "La Virgen de Antioquía y otros relatos", "Don Payasito" y "Los de la tienda". En abril de 2006 viajó a Madrid para formar parte del jurado de un premio literario. En esa ocasión fue entrevistada por Antonio Ayuso Pérez para el nº 35 de la revista "Especulo" que aparecería en junio de 2007. En ella, la autora habló sobre su nueva novela, "Paraíso inhabitado", ambientada en la Barcelona de la Guerra Civil, que apareció finalmente en 2008.


Se la ve a usted muy bien de aspecto, ¿tiene que ver con que está ultimando una nueva novela, "Paraíso inhabitado", que saldrá en breve?

Mira, cuando estoy escribiendo todo el mundo me dice: "Pero oye, ¡qué bien estás!, ¡cómo se te nota!". Es, cómo te diría, como si me regaran, ¿sabes?, como si fuera una planta que la regaran. Y ahora que estoy terminando ese libro también me dicen que estoy mucho mejor que el año pasado. ¡Es porque estoy escribiendo!

Yo quisiera saber de ese nuevo libro, ¿por qué abandona el espacio de la Edad Media, donde transcurren sus últimas obras, y vuelve a una novela de corte más realista?

Bueno, pues no sé, porque así me lo ha pedido mi mente, mi deseo de escribir algo, me lo ha pedido así. Pero no descarto que más adelante… Tengo ochenta años, mira que soy optimista. Pero eso no quita que más adelante a lo mejor vuelva a lo medieval. Hay gente que escribe hasta los cien años.

Si le parece bien vamos a centrar esta entrevista en sus relatos breves con el objeto de averiguar su teoría sobre el cuento. Yo no sé si su afición al cultivo de este género puede venir de los que le contaban su tata Anastasia o su cocinera Isabel y de sus propias lecturas de los tres autores por excelencia, Perrault, los hermanos Grimm y Andersen.

Pues mira, sí, eso fue fantástico para mí. Yo entré en la literatura a través de los cuentos. Cuando yo tenia dos, tres años, la tata e Isabel me los contaban. La cocinera Isabel era un prodigio pues no sabía ni leer ni escribir, pero te contaba unos cuentos que los había recibido de padres a hijos, orales… Aquellos cuentos eran terribles… ¡Unos miedos! ¡Unos miedos tremebundos! Pero no es malo, no para mí; hombre, si hay niños que tienen terrores infantiles, aunque también los tendrán sin cuentos. ¡Y la tata! La tata Anastasia me leía los cuentos de Andersen. Aquello para mí era no pisar el suelo, ¿sabes?, era una cosa… Yo veía los cuentos de Andersen, pero no los leía porque todavía no sabía, tendría entonces tres años. Pensaba: "De estas hormiguitas -las líneas mecanografiadas- se levantan esas historias, esos personajes, esos mundos, ¡cuando yo sea mayor, quiero hacer esto!". Y cuando yo tenía cuatro años y ya podía leer, los leía, y me acuerdo de que al final, donde estaba la página donde ponía: "Hans Christian Andersen", yo pensaba: "Ana María Matute". Yo sabía que sería escritora entonces, ya que lo tenía muy arraigado dentro de mí… Sabía que lo sería y es en lo único en que no me he equivocado porque en todo lo demás, sí, bastante, pero en eso no.

Con los años, sí que escribió cuentos, muchos. ¿Qué significa para usted este género?

Para mí el cuento es un elemento literario importantísimo. Tan importante en prosa como la poesía. Porque a mí, lo que más me gusta, lo que más me atrae, lo que más me fascina de la literatura es la poesía. Pero yo nunca he sido capaz de escribir ni un poema. En prosa lo que más se aproxima a la poesía es el cuento. El cuento que tiene que tener las palabras justas, ni una más ni una menos, ni una coma más, ni un punto menos, si me apuras, lo justo. Digo que debe tener, no que yo lo haya conseguido, que eso es otra cosa. Es curioso porque en los países anglosajones el cuento está valoradísimo. Ahí hay grandes escritores que solamente han escrito cuentos, que han ganado Premios Nobel. En nuestros países latinos no es así. El cuento parece que es una cosa de viejas, de niños. Te voy a decir una cosa, los cuentos para niños son importantísimos, cosa que yo también he hecho. Yo he escrito cuentos para niños porque me parece que es importante. Yo he sufrido de niña la carencia de cuentos para niños españoles. Solo había dos autores, que eran Elena Fortún y Antonio Robles; quitados éstos, no había nadie que mereciera la pena, claro. En cambio, me he tenido que nutrir de escritores anglosajones cuando era niña, o escandinavos o alemanes, pero no españoles. Pensé: "Tienes que escribir para niños desde tu país, desde España", y por eso lo hice. Pero fíjate, todavía en mi época, al principio ahora ya no, algunos escritores importantes -que no quiero nombrar- me decían: "¿Porqué haces eso, si es literatura menor?". No hay literatura menor, hay Literatura y nada más, buena y mala, y nada más. Los cuentos son muy importantes, y hay gente que lee cuentos y que se siente muy bien leyendo cuentos, porque además son breves y puede leerlos en poco tiempo. Una novela requiere más dedicación, más tiempo, mientras que un cuento no, y esto con esta vida tan apresurada que llevamos… Sin embargo ahora, poco a poco, parece que va tomando un poco de más importancia, pero, cuando yo empezaba, el cuento era para publicar en una revista o para un tomo de cuentos.

El cuento, como usted misma acaba de decir, es un género que, en nuestro país, no ha gozado nunca de gran estima por parte de los críticos. ¿A qué atribuye usted este desprecio crítico al género?

Yo no lo sé, pero yo creo que es algo de tipo no solamente cultural, porque no creo que sea cultural, sino una cuestión tristemente de educación de la lectura. Aquí, la lectura ha sido una cosa tan relegada siempre hasta el último momento.

¿Cree que alguna vez se dejará de leer o de escribir cuentos?

Se dejará de leer y de escribir cuentos cuando se deje de leer literatura, pero mientras se lean novelas, se lea poesía, se leerán cuentos también, quizá no tantos. Aunque, ya te digo, en el mundo anglosajón sí, en el mundo escandinavo y gran parte del mundo, menos los franceses, los italianos, los españoles, que somos menos; pero yo creo que esto va en aumento. Ultimamente la gente va leyendo más cuentos. Yo creo que se llegará un momento en que le darán la importancia que tiene al cuento, que es mucha.

Respecto de su terminología, que ha sido muy discutida, ¿cómo prefiere denominar a sus narraciones breves: "cuentos", "cuentos literarios" o "relatos breves"?

Yo les llamo "cuentos", no tengo preferencias, me da lo mismo. Para mí son cuentos porque la palabra "cuento" tiene tantas sugerencias: es tan, tan bonita para mí esa palabra; me ha empujado tanto a hacer lo que yo quería hacer. Por eso yo les llamo cuentos, pero no tengo ningún inconveniente en llamarlos de otra manera, me da igual.

Usted definió que un buen cuento debe ser "breve, redondo y jugoso como una naranja". Quisiera que explicara esto más extensamente.

Exactamente, y lo mantengo. Pues, lo que te he dicho antes. Es lo que se parece más a la poesía, que con pocos elementos, pero muy eficaces, muy expresivos y muy poéticos, se puede levantar un mundo, quizá tan o más importante que el que se pueda hacer con una novela; porque además cuesta mucho. Es muy difícil escribir un cuento, un buen cuento.

Para usted, en un cuento, el acontecimiento, es decir, que ocurra algo, ¿es significativo?

Hombre, es que a veces lo aparentemente leve, pequeño, resulta que para un niño, por ejemplo, es un desastre, un terremoto, un acontecimiento tremendo, cuando para una persona mayor es una anécdota. Todo depende de cómo se escribe, sobre qué se escribe. Hay cuentos en que sí es importante, eso bien llevado, hecho de una manera que no sea farragosa y, sobre todo, no hay que ser demasiado explícito, hay que dejar que el lector cree a su vez. Yo siempre, tanto en cuentos como en novelas, dejo que el lector contribuya conmigo a escribir el libro o el cuento. Eso sí es muy importante. El acontecimiento, ya te digo, pues depende tanto de lo que tú quieras decir y de cómo lo quieras decir. A veces, por ejemplo en "El año que no se cumplió", un cuento de "Los niños tontos" que trata tan sólo de un niño que no cumple un año, es un cuento o no sé qué es, pero fíjate que el tema no existe casi.

En la posguerra hubo un florecer de este género hasta el punto de que se la ha calificado como "la edad de oro" del cuento en nuestro país. ¿Está usted de acuerdo con esta afirmación?

Yo no lo sé, yo escribo, los que juzgan y deciden son otros. En verdad, no sé si es tanto, tan drástico, pero creo que, por lo menos, se ha incorporado -hablo de España- el cuento. Ignacio Aldecoa, por ejemplo, tiene unos cuentos maravillosos y otros muchos, que no me vienen ahora a la memoria y los siento porque seguro que me gustan tanto o más, pero no me vienen a la memoria en este momento. Pero, que hay grandes cuentistas es cierto; por lo menos hemos sido reconocidos fuera de España.

Algún crítico ha escrito que los miembros de medio siglo tomaron este género como emblema generacional con el que denunciar la triste realidad del país. En el caso de sus cuentos, ¿tienen esta finalidad crítica de denuncia?

Yo creo que en mi caso sí, porque era la época de Franco, era la época aquella en que teníamos la censura… Entonces sí había una finalidad crítica de la sociedad. Yo más que de la política, que no es lo mío, me interesaba la sociedad, y todo lo que sufría en aquel momento el español a mí me tocaba mucho. Pero siempre ha habido injusticia, la injusticia ha sido siempre algo que me ha sublevado mucho. Al igual que los malos entendidos, a mi me sacan de quicio los malos entendidos. ¿Por qué la gente no habla?, ¿porqué la gente se calla?, ¿se queda con los malos entendidos y sus rencores? Es una cosa que me ha soliviantado siempre. ¡Habla!, pero, ¿cuesta tanto?, ¿a la gente le cuesta tanto hablar?, ¿por qué?, pero si es lo que más nos diferencia de las bestias.

Quisiera saber qué autores extranjeros, cultivadores del cuento, le han fascinado y podido influir más.

Pues mira, Chejov ha sido para mí un maestro. Los rusos, casi todos; algunos franceses, ingleses muchos, alemanes menos, pero porque no los he conocido, pues lo poco que he leído me ha impresionado mucho. Españoles menos, y argentinos, latinoamericanos muchos; Cortázar especialmente, los cuentos de Cortázar son extraordinarios.

¿Y norteamericanos, Faulkner por ejemplo?

Norteamericanos muchos, Faulkner es para mí uno de mis ídolos; pero muchísimos, cantidad, casi todos los de la generación llamada perdida, ¡por Dios!, ¡fantástica! y, volviéndonos para atrás, anteriormente, Mark Twain y Poe. Poe, ¡por Dios!

¿Y Stevenson?

Stevenson, ¡por Dios!, se me olvidaba. Has nombrado… ¿Lo ves?, es que cuando te preguntan así no te sueles acordar… Stevenson es para mí uno de mis ídolos. ¡"La isla del tesoro" es una maravilla!, aunque todo, todo de él; hay otras muchas cosas de Stevenson que me han influido.

Yo creo que "La isla del tesoro" y su libro "El polizón del Ulises" tienen mucho que ver el uno con el otro.

Sí, el engaño del viejo para el niño, pero que no es tan engaño al final, sí. Pues algo hay de eso, ahora que me lo dices tú. No está tan mal visto, está muy bien visto. Sí, es una herencia que te viene, no sabes muy bien, pero que te viene; algo que te ha marcado mucho de niño. "La isla del tesoro" para mí fue tremenda, como "Robinson Crusoe", tremendo para mí, y mucho, todo lo de Jonathan Swift, todo lo de "Los viajes de Gulliver", hombre, todo eso también. Es que hay tantas… ¡"Peter Pan"!, el verdadero eh, no todas esas tonterías. Yo tengo "Peter Pan" como un libro que, cuando leo el final, me caen las lagrimas, es un libro extraordinario, y "Alicia en el país de las maravillas", Alicia, ¡por Dios!, ¡qué maravilla!

Un tema recurrente en sus relatos es la falta de entendimiento entre los adultos y los niños. ¿Es así?

Eso sí, eso lo he pasado yo, y lo han pasado muchos niños a mi alrededor. Yo me he dado cuenta de que, en España, ha habido una absoluta, hasta ahora, ignorancia de lo que es la infancia y una falta de conocimiento. "Los niños son los niños, son posesión nuestra, y haremos de ellos lo que queramos". Jamás se han interesado por lo que piensa un niño, por lo que siente, por lo que desea, por lo que no quieren. No, los niños eran posesión, hasta en la manera de vestirlos, los niños eran trofeos de los padres. Yo una vez oí: "Un niño de cuatro años no tiene problemas", pero ¿qué se cree ése?, ¿que un niño de cuatro años no tiene problemas? Un niño de cuatro años tiene problemas y a veces ¡enormes!, como usted quizá no los tenga.

Para usted, la infancia es muy importante, ¿verdad?

La infancia es fundamental. Yo creo que para todo el mundo, se dé o no se dé cuenta. El niño que fuimos pesa de una manera tremenda, condiciona de una manera tremenda. Además, eso te lo dirá cualquier psiquiatra, no lo dice la Matute, no. El niño que fuimos es muy importante, la infancia marca. Yo digo y lo digo en "Paraíso inhabitado" que a veces la infancia es más larga que la vida, persiste más. "Yo no me acuerdo" dicen muchos, porque no se dan cuanta de que el niño que llevaban está ahí. Sin embargo, ahora hay gente que no se acuerda, claro que no, sobre todo si no han sido niños, que también los hay. Yo me doy cuenta en seguida de eso, como me doy cuenta que no todos los niños… Hay niños que en los ojos les ves lo que te van a vender en cuanto puedan, no son niños, hay gente que nace así; afortunadamente son los menos, pero los hay.

Muchos de sus cuentos tienen como escenario el mundo rural. ¿A qué se debe esta obsesión suya que le hace tomar este espacio como fuente literaria inagotable?

Mira, eso es clarísimo. Mi madre era de La Rioja, y tenía una finca maravillosa allí. En verano íbamos allí y ocurría la mar de cosas. ¡Eramos felices! Aquello sí que era el paraíso, había una libertad total, era una cosa... Pero, desgraciadamente, cuando vino la guerra nos fuimos, y después de la guerra, cuando volvimos, hicieron un pantano. Ahora está debajo del agua. ¡Hasta eso me quitan! Yo todo lo que amo parece que me lo quieren quitar, que me lo arranquen, me lo quiten y ya, pues no existe aquello… Yo tenía una hermana -que murió hace unos días- que vivía allí en La Rioja. Cada vez que yo iba a verla, veía aquello… ¡Era ver tu infancia anegada, una cosa tremenda! Ahora que ha muerto ella ya no pienso volver más. Aquello era una maravilla, una verdadera maravilla… Aquellos bosques, aquel río, por eso esa obra se llama El río, eso es, donde íbamos en verano hasta que hicieron el pantano, y ha quedado en mi memoria como el paraíso perdido.

En ellos además parece que la fantasía forma parte de realidad.

A veces sí. Es que, para mí, es así. La fantasía forma parte de la realidad porque es un producto nuestro; por tanto si forma parte de nosotros, forma parte de la realidad.

¿Qué me dice sobre la tendencia a crear finales sorpresivos?

Eso es una cosa que me han dicho a veces a mí, que hasta que no se lee uno un cuento, un libro hasta el final, no se sabe lo que quiere decir todo. Puede que sea así. No lo sé, es posible.

"Algunos muchachos" es su último libro de cuentos por ahora, exceptuados algunos sueltos que ha publicado, como "La virgen de Antioquía" y "De ninguna parte". ¿No tiene pensado escribir más?

Es el último. De momento no, porque estoy con las novelas. A lo mejor escribo un libro de cuentos más adelante, es posible, si tengo vida, porque ya soy octogenaria, pero después de este libro, que estoy terminando, descansaré un poco y luego a lo mejor. Me decían mis memorias, pero no voy a escribir mis memorias, ¿para qué? No, voy a escribir quizá un libro de cuentos, quizá, o algo medieval otra vez, no lo sé, tengo varias cosas por ahí que me rondan.

¿No le apetecen sus memorias?

No, sería un libro… tremendo, y no quiero. Ya, si te pones en eso, hazlo, si no, hacerlo a medias no vale la pena. No sé, no creo, no vale la pena. Lo más importante de mí son mis libros…

Para ir terminando, si hacemos un balance final, se podría decir que ha tenido bastante suerte: ha ganado la mayoría de los premios literarios importantes y ha sido reconocida como académica. Sin embargo, los críticos siempre se han cebado con su estilo. ¿Por qué motivo? ¿Cree que no la han entendido?

Bueno, suerte relativa, pero sí. Yo debo decir que no he sido mimada especialmente por la crítica, no, hasta mucho más tarde. Ten en cuenta que en el panorama literario de la época yo era una cosa rara -he de reconocer que lo era-, como de niña, he sido siempre una niña rara, y en todo lo que he hecho, he sido la rara, entre mis hermanos, era la rara, ¡era la rara! Claro, yo escribía de una manera que no se hacía entonces. Creo que yo me adelanté a mi época durante mucho tiempo y me he seguido adelantando a mi época después. Esos mismos que decían: "Como yo dije la gran Ana María Matute", ¡mentiroso, que yo tengo tus críticas! porque las guardaba todas, ¡mentiroso!, pero ya no digo nada. Además, ¡a mí qué me importaba! A mí lo que me interesaba era mi libro, lo que dijeran… Hombre, si lo decían bien y lo entendían, mejor, pero esto solo algunos. La mayoría no entendía nada, no se enteraban, tenían esa cerrazón carpetovetónica, de no entender nada, no habían leído jamás…

¿Podría deberse ese estilo que le criticaban a que fuera producto de una mujer y por eso no lo entendieran? ¿Cree usted que existe una literatura de mujer?

No. Puede existir como la literatura infantil… pero no la otra. Existe la Literatura, la buena y la mala, y me da lo mismo que esté escrito por el hombre que por la mujer.

¿Le interesa a usted el premio de los premios para un escritor, el Nobel?

Yo he estado a punto de ganar el Premio Nobel. Sí, he estado nominada cuatro veces al Premio Nobel, pero yo, como siempre… Eran cuatro académicos que me lo querían dar: se me han muerto los cuatro, ¡já, já, já! Y cuando lo ganó Cela, por un voto conmigo. Eso lo sé yo… pero a mí esas cosas… Hombre, claro que me hubiera encantado, pero como no me lo han dado, no pienso. Cuatro veces, lo cual ya está bien, que te lo den o no… ¡Ah, mira! No se lo han dado a gente muy importante, no se lo han dado a Borges, y en cambio se lo han dado a otros que francamente…

Quiero que me diga, por último, cómo le gustaría ser recordada cuando dentro de unos años los niños futuros se acerquen a sus obras con la misma emoción que lo hacen con las de Andersen o las de los hermanos Grimm.

Al paso que vamos, me parece que… No sé si leerán muchos cuentos los niños del futuro, pero quisiera que me recordaran como "la mujer que los hizo soñar". Eso es lo mejor que podrían decir de mí, como yo podría decir de Andersen, "el hombre que me hizo soñar".