8 de julio de 2009

Entremeses literarios (LXIV)

YO ESTABA VIVO
Antonin Artaud
Francia (1895-1948)

Yo estaba vivo y estaba allí desde siempre. ¿Comía yo? No, pero cuando tenía hambre yo retrocedía con mi cuerpo y no me comía a mí mismo. Pero todo esto se ha corrompido. Una operación insólita se efectuaba. Yo no estaba enfermo, yo reconquistaba la salud siempre por un retorno hacia atrás del cuerpo. Mi cuerpo me traicionó, él no me conocía bien. Aún comer es llevar adelante aquello que debe quedar atrás. ¿Dormía yo? No, no dormía. Hay que ser casto para saber no comer. Abrir la boca, es ofrecerse a las miasmas. Entonces, ¡nada de boca! Nada de boca, nada de lengua, nada de dientes, nada de laringe, nada de esófago, nada de estómago, nada de vientre, nada de ano. Yo reconstruiré al hombre que soy.


EL PASTOR MENTIROSO
Dalmiro Sáenz
Argentina (1926)

En realidad la versión oficial es la correcta. El pastor solía alarmar a los vecinos gritando que venía un lobo para matarse después de risa diciendo:
- ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡No hay ningún lobo! Era una broma.
Un día no fue broma. Un lobo apareció y cuando el pastor dio la alarma los vecinos exclamaron:
- Qué va. Debe ser otra de sus chanzas -y nadie vino en su auxilio y el lobo se comió todas las ovejas.
Arrepentido, el pastor pidió perdón a Dios e ingresó en una iglesia evangélica llegando con los años a recibirse de Pastor. Pero su fama no lo abandonó. Los feligreses lo seguían llamando el Pastor mentiroso y bastó que dijera en su primer sermón desde el púlpito: "Dios existe" para que todos salieran ateos de la iglesia. Dios, desde el cielo, se dijo:
- Yo mío, ¿qué hago con este pelotudo?
Uno de sus asesores sugirió:
- Un diluvio tal vez.
Dios sonrió y dijo:
- Apenas me creen el otro.
- Algo parecido a Sodoma y Gomorra tal vez.
Dios volvió a sonreír y dijo:
- Habeas corpus -cualquier cosa decía Dios a veces.
Por fin decidió mandar un Angel. El Angel se presentó ante el Pastor y le dijo:
- Vengo de parte de Dios.
El Pastor lo miró y le preguntó:
- Pero, ¿Dios existe? ¿En serio existe? Porque en el pueblo andan diciendo que no existe.
- No sólo existe -contestó el Angel- sino que os manda a decir que vengáis al pueblo, casa por casa, y pregonéis la noticia de que Dios no existe.
El Pastor lo hizo. Golpeó cada puerta y dijo:
- Dios no existe.
- ¿Quién lo dijo?
- Dios -contestaba el muy pelotudo.
Entonces el Angel decidió dar a esos incrédulos una lección.
- Vamos juntos -dijo el Angel.
A la primera puerta que golpearon los atendió una mujer:
- ¿Qué deseáis?
El Pastor dijo:
- Traje conmigo un ángel enviado por Dios.
La noticia corrió de boca en boca. El Pastor mentiroso había traído a un Demonio enviado por Lucifer, por lo tanto era evidente que Dios no existía, pero sí el Demonio. Las primeras misas negras se organizaron en la plaza del pueblo. Se erigió una estatua a Lucifer. Las santerías empezaron a vender barritas de azufre y estampitas con la efigie del Diablo. En las escuelas se enseñaba que las virtudes eran malas y que los pecados eran buenos y entre estos pecados la mentira era el más preciado. Al Pastor mentiroso se lo nombró Obispo y se construyó para él una basílica. La maldad generó el progreso. Para defender la guerra se inventó la paz, para incentivar el sexo se inventó la prohibición, para que pudiera haber ladrones se inventó la propiedad privada, para que existiera la soberbia se inventó la humildad, para que persistiera el caos se instauró el orden, para que existieran los dictadores se inventó la democracia, para resaltar el odio se generó el amor, para preservar la injusticia se creó la justicia y para justificar al Demonio se inventó a Dios. El Angel retornó al Cielo y se presentó al Creador.
- Misión cumplida -le dijo, y el Señor se regocijó con él.


LA CIUDAD Y UN FOSFORO
Ricardo Lindo
El Salvador (1947)

En un punto del desierto hay una ciudad de espejos. Los espejos son tan pequeños y están distribuidos de tal modo, que basta encender un fósforo para que la ciudad resulte profusamente iluminada. La noche más oscura desaparece bajo el poder de un fósforo. Hay caravanas enteras enceguecidas al encontrar la ciudad a pleno sol. Caminaron al azar, tanto más tenebrosas por dentro cuanto mayor era la claridad a su alrededor, hasta ser devoradas por las mudas extensiones de arena. Esta ciudad es un cuento.


CULPABLE
Edmundo Domínguez Aragonés
España (1889-1976)

Un hombre había cometido un crimen sangriento. En el fondo de su ser no existían los datos que en el exterior, a decir de Lombroso, revelan al criminal y, a pesar de no ser un asesino, en un momento en que las circunstancias se lo exigieron, sin tener a mano un confesor, ni siquiera un espejo, y ante el temor de delatarse durante el sueño, salió al campo, hizo un hoyo, de una anchura tal en la que apenas su boca cupiera, y de ahí, de hinojos, con un gran grito que le salió quién sabe de dónde, confesó a la tierra su crimen. Descargado su yerro, volvió al hogar. Iba contento y el aire le acariciaba el pelo, ensortijándolo; pero ese mismo aire le llevó una voz, que él creyó reconocer como la suya. Una voz que relataba su delito. Cuando descubrió que el hoyanco que había horadado tenía otra salida -"Quizá coincidió con el tunel de un topo"- el hacha del verdugo cercenaba su cuello.


DE BOCA EN BOCA
Mónica Sánchez Escuer
México (1965)

Me mira decidido. Se acerca. Pronuncia mi nombre y su voz se hace humo en el aire. Las otras mueren de celos, lo sé. Con la seguridad de quien tiene gustos precisos, me toma de la cintura, me arrima hacia él. Puedo oír las pisadas de su corazón caminar por las venas de su cuello. Sonríe. Casi toco sus labios carnosos. La mano derecha me abraza con firmeza y me sube al auto. La izquierda me desviste despacio como si temiera lastimarme. En un beso amplio, profundo, cubre mi desnudez y absorbe la escarcha que tantos meses de espera han dejado en mi cuerpo. El frío casi lo quema, pero no se retira. Sube por mi pecho, baja. Al navegarme, su lengua se va llevando mi piel, toda mi agua. Dentro de él, deshago los sabores revueltos de su boca. Ya no soy yo: soy el líquido vivo que lo habita. No puedo contenerme: me escurro silenciosa entre sus dedos. De pronto, una voz lo separa abruptamente de mi cuerpo:
- ¿Me dejas probarlo?
La mujer que acaba de entrar al auto me arranca de su mano, me mete completa en su boca y se lleva de una mordida mi congelado corazón de fresa.


DRACULA
Diego Muñoz Valenzuela
Chile (1956)

El conde Drácula no soporta más el dolor de muelas y decide ir a tratarse con un especialista. Consulta la guía telefónica y disca un número tras otro, hasta ubicar un odontólogo noctámbulo. Establece una cita para la noche siguiente. Asiste. Porta gafas oscuras para ocultar sus ojos hipnóticos, inyectados en sangre. El dentista también usa lentes de color. Lo examina, mueve la cabeza negativamente. Anuncia que el tratamiento va a ser doloroso, que es conveniente emplear anestesia. El vampiro acepta, se deja inyectar, siente un sopor agradable, va hundiéndose en el sueño y, en forma simultánea, escucha el lejano zumbido de un taladro. Despierta. Enfrente de él hay un espejo de agua, donde sí puede reflejarse; allí ve su imagen, sonríe, pero su risa se transforma en una mueca grotesca, porque en el lugar donde debieran estar sus colmillos hay dos espacios sangrientos. A su lado, el odontólogo -que es el doctor Van Helsing- lo observa divertido mientras juguetea con los larguísimos colmillos, arrojándolos una y otra vez al aire, como si fuese un malabarista.


A LAS PUERTAS DEL PARAISO
Ambrose Bierce
Estados Unidos (1842-1914)

Irguiéndose de la tumba, una mujer se presentó a la Puerta del Paraíso y golpeó con mano temblorosa.
- Señora -dijo San Pedro, levantándose y acercándose a la ventanilla-, ¿de dónde viene?
- De San Francisco -respondió la mujer, avergonzada, mientras grandes gotas de sudor brillaban en su frente espiritual.
- ¡No importa, mi buena muchacha! -contestó el santo, compasivamente-. La eternidad es un tiempo largo; terminarás por olvidar.
- Pero eso no es todo -la mujer estaba cada vez más turbada-. Yo envenené a mi esposo... yo descuarticé a mis niños, yo...
- Ah -dijo el santo, con súbita severidad-, tu confesión sugiere una grave posibilidad. ¿Eras miembro de la Asociación de Mujeres de Prensa?
La mujer se irguió y replicó con entusiasmo:
- No.
Las puertas de madreperla y jaspe giraron sobre sus goznes de oro produciendo la música más cautivadora, y el santo, haciéndose a un lado, hizo una reverencia diciendo:
- Entra, entonces, en tu eterno descanso.
Pero la mujer vacilaba.
- El envenenamiento... el descuartizamiento... el... el... -tartamudeó.
- No tienen importancia, te lo aseguro. No vamos a mostrarnos rigurosos con una señora que no pertenecía a la Asociación de Mujeres de Prensa. Toma un arpa.
- Pero... yo solicité el ingreso... Me pusieron bolilla negra.
- Toma dos arpas.


UN DESENCUENTRO
Ana María Shua
Argentina (1951)

Se conocieron en verano, cuando los dos eran viejos. Quizás por eso él pudo creer que su amor por ella era mejor o diferente. Ella sostenía la taza de té con tanta elegancia que parecía ingrávida en su mano, como si levitara, y él creyó que la quería por eso, por cosas así. Cuando la vio desnuda, frágil, arrugada, con la piel de los brazos colgando y el sexo casi calvo, no pudo desearla y eso acentuó su sensación de un amor ideal, desesperado. Pero ella era mujer y no se sentía diferente de su propio cuerpo ni creía en un amor que no fuera capaz de incluirlo. Se separaron jurándose correspondencia y reencuentro, pero nunca se volvieron a ver. El mu­rió primero y sus hijos encontraron un enorme y extraño paquete de cartas: ella le había enviado durante años sobres de colores que contenían sola­mente hojas en blanco.


RITUAL MATERNO
Julio Ortega
Perú (1942)

En la cima de una amplia colina ayudo a mis padres a morir. Los ayudo primero a tenderse en la tierra entreabierta y luego ordeno sus pertenencias en tor­no suyo, y les voy dando las instrucciones finales para el viaje. Ellos obedecen y siguen con cuidado mis observaciones. Hay un incómodo número de objetos en torno nuestro y, más allá, otros hombres que se aprestan a morir. No hay alarma ni dolor. Mis padres van a morir y yo presido esa ceremonia que sólo me es extraña por su prolijidad. Después, estoy con mi madre en casa. Ella ya ha muerto pero viene a visitarme, y la única señal de su tránsito es el pudor que ensombrece su rostro. Con calma, con la ternura delicada de su condición irreversible, ella me relata su primera noche de muerta. Ha tenido un sueño. En ese sueño ella acababa de morir y debía optar entre dos caminos. El primero la conducía, sola, a una serie de pruebas, que me describió y ahora olvido. El segundo, a otra serie de pruebas, esta vez entre hom­bres enmascarados. En el primer laberinto, ella debía atravesar una serranía; en el segundo, unos poblados. Eligió el primero, y despertó. Desperté habiendo, en efecto, soñado a mi madre muerta quien en mi sueño soñó que soñaba una segunda muer­te. Sin embargo, estaba viva en su morir. Con la vida que yo le daba o que a ambos nos permitía este sueño.


EL PRINCIPIO ES MEJOR
Isidoro Blaisten
Argentina (1933-2004)

En el principio fue el sus­tantivo. No había verbos. Nadie decía: "Voy a la casa". Decía simplemente: "Casa" y la casa venía a él. Nadie decía: "Te amo". Decía simplemente: "Amor" y uno simplemente amaba. En el principio fue mejor.