25 de agosto de 2009

Angélica Gorodischer: "A escribir se aprende leyendo. Se aprende gramática, sintaxis y ortografía leyendo"

La Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario edita desde hace unos años la revista "Extensión Digital", en cuyo nº 2 -publicado en mayo de 2008- María Susana Olcese y Miguel Gómez entrevistaron a la escritora Angélica Gorodischer (1928). En 1964, gracias al cuento "En verano, a la siesta y con Martina", la narradora ganó el Concurso de Relatos Policiales organizado por la revista "Vea y Lea". Un año después, obtendría un nuevo galardón, el Premio de la Editorial Club del Orden de Santa Fe por "Cuentos con soldados". Más adelante, la autora de, entre otros, "Trafalgar", "Jugo de mango", "Técnicas de supervivencia", "La noche del inocente" y "Esas malditas mujeres", también sumaría los premios Konex (Diploma al mérito en la categoría Letras: ciencia ficción), Emecé (por "Floreros de alabastro, alfombras de Bokhara"), Sigfrido Radaelli en Mejor Libro de Narrativa por "Mala noche y parir hembra" y el Premio Poblet a la Mejor Novela por "Kalpa Imperial". También fue distinguida con una beca Fulbright para asistir al International Writting Program desarrollado en la Universidad de Iowa, un premio Gilgamesh por distintas categorías, una nueva beca Fulbright para dictar dos cursos en la Universidad del Norte de Colorado, otro Premio Konex (de Platino), el Premio Dignidad otorgado por la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos), el Premio Bullrich concedido por la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) y el Premio del ILCH (Instituto Literario y Cultural Hispánico de California, Estados Unidos.A propósito de tu incursión por los medios escritos, en la columna de los sábados en el diario "Perfil", vos solés ser muy audaz en tus consideraciones, no tenés miedo.

No, en general yo no tengo miedo, por ahí digo cosas que suenan a disparate pero no me importa.

El disparate cumple una función en la lengua...

Sí, obvio, es una especie de esos espejos de feria, esos que vos te mirás y estás toda deformada.

¿Dirías que no hay que ser tan serio?

No, ojo, a mi por ahí me dicen "!Ay¡ cómo usaste el humor" y yo no uso el humor, el humor me usa a mí, porque a mí no me interesa el tipo que se cae por pisar una cáscara de banana, lo que me interesa es el humor del lenguaje. Cuando yo doy una conferencia soy capaz de hablarla en un lenguaje más de café y no me pongo solemne y me dicen "!Ay¡ ¿cómo dijiste en el medio de la conferencia: me importa un corno tal cosa?" y ¡cómo no voy a decir lo que es!

¿Cuál es el discurso desde el que se dice "cómo vas a decir en una conferencia tal cosa"? ¿Cómo lo llamarías a ese discurso?

¡Boludo! La solemnidad es boluda.

Visto desde la vereda de enfrente, desde la vereda de la solemnidad ¿Qué sería?

No se, sería lo correcto, a mi lo correcto me importa poco, en eso no.

¿Y qué versión de lo correcto te interesa?

A mi lo correcto me interesa en la relación interpersonal, ahí si me interesa, en cosas básicas. Me acuerdo que mi papá decía: "la palabra vale más que la firma" y eso me quedó y no me lo puedo sacar de encima, si alguien le había hecho alguna cagada él decía: "no puede ser, si nos dimos la mano". Ahora te piden firmas, escribanos y sellos.

¿Quiénes fueron tus maestros, los que te iniciaron en el oficio de la escritura?

Tengo un padre y una madre literarios. El padre es Flash Gordon, la madre es la Duquesa de Alba. El retrato de la Duquesa, con un traje blanco y una faja roja, es un paisaje. Al padre Flash Gordon me volvía loca leyéndolo. He leído historietas toda mi vida, es muy interesante porque te da el ritmo de la narración, porque en cada cuadrito tiene que suceder algo, sino agarrás la revista y la tirás. Yo empecé a leer a los cinco años, y cuando leía estas historietas tendría siete u ocho años y me daban vuelta la cabeza.

¿Cómo aprendiste a escribir?

Leyendo, a escribir se aprende leyendo.

¿Qué idea tenés de lo que es la infancia? ¿Qué es un niño para vos, en este momento?

No, no tengo la menor idea, mi infancia fue triste. Tenía una familia muy rígida. El otro día estaba con unas amigas charlando y todas se acordaban cuando jugaban con los primos, que salían a la siesta, que agarraban la bicicleta, y yo no podía decir nada porque no podía salir, no podía tener amigas, no iba al colegio, tenía maestras en mi casa, fue horrible. Hasta que el viejo Recalde, el pediatra, le dijo a mis viejos: "mándenla al colegio sino nunca van a tener una chica normal, porque esta chica vive a través de los libros" y cuando llegué al colegio yo no lo podía creer, no sabía qué era eso. Esto habrá sido cuando tenía ocho años.

¿Y eso te convirtió en escritora?

Creo que sí, porque lo único que hacía era leer, no hacía otra cosa más que leer, yo aprendí a leer a los cinco años. Mi mamá decía que había aprendido sola, pero me parece que no fue así, alguien me debe haber enseñado, no me acuerdo. Cuando mi vieja se dio cuenta de que yo leía y que leía de corrido, entonces me dijo: "estos libros de acá los va a leer cuando sea grande, todo lo demás los puede leer ahora". Cuando se fue al otro cuarto, agarre todos los libros que me había prohibido y los leí. Algunos los entendí y me parecieron muy interesantes y otros me parecieron un plomazo insoportable. Pero bueno, es la única manera de aprender a escribir: leer. Creo que también es la única manera de aprender gramática. Ayer unas chicas me dieron una nota para que yo leyera y encuentro unos errores de gramática tremendos y digo: "Escuchame una cosa, ¿cómo puede ser que no sepas lo que es la pasiva impersonal?". Y bueno, se aprende gramática, sintaxis y ortografía leyendo.

Desde el punto de vista político, el abandono de las aulas por parte de los maestros en los paros docentes durante tantos años, ¿tiene algo o mucho que ver con esto de no saber leer o escribir bien?

Y sí, por supuesto. A los paros y a ciertas pelotudeces como, por ejemplo, no enseñar castellano o no tener libro de lectura.

Pensás que eso tiene que ver con la situación económica que nos atraviesa? Las familias no le pueden comprar el manual a los chicos, incluso en algunas escuelas públicas se manejan con unas fotocopias que hace imposible tener ganas de leer eso.

Toda la enseñanza está percudida y deteriorada por todas esas cosas y otras que habrá que no alcanzo a ver. Yo me acuerdo cuando era chica que tenía de compañera a la hija del portero y podían comprarle los libros, a mi no era raro que me los pudieran comprar, pero a las chicas que eran hijas de hogares humildes y modestos también podían comprárselos.

En este momento no todos pueden comprar libros, lo vemos en la facultad, y la cultura de la fotocopia se ha instalado de una manera excesiva...

Fotocopiar un libro es delito, porque estás quitando dinero al señor que lo escribió. Yo no leo nada de fotocopia, no sé si por principio, es que me horroriza.

Muchos estudiantes universitarios tampoco adquieren el hábito de ir a la biblioteca a consultar...

En el colegio donde yo iba, que era público -el Normal 2-, bueno en ese momento era un gran colegio junto al Normal 1, porque los colegios malos eran los privados, y nosotros teníamos la biblioteca del colegio a la que íbamos todas. Era un colegio de niñas y todas en algún momento íbamos a la biblioteca. Además cada aula tenía su biblioteca, había una de las alumnas que se encargaba de anotar qué libro te llevabas y así se iba rotando.

Quería preguntarte sobre esas cosas que marcaron tu vida, ya que vos nos contabas hechos significativos como eso de no haber accedido temprano a la escuela porque tus padres te "guardaban". ¿Quizás tendrá que ver con lo de "Angélica"?

Mi mamá también se llamaba Angélica.

Escribiste un libro sobre tu madre...

Sí, que yo creía que era un ajuste de cuentas y resultó una especie de reconciliación, porque me llevé mal con mi vieja toda la vida. Cuando fui madre yo traté de hacer todo lo contrario a lo que hizo mi vieja. Me salió mal, por supuesto, pero bueno, de todas maneras las cosas con mis hijos andan bien. La relación madre-hija es jodida siempre.

Y sí, Freud ya lo decía.

Ese señor Freud que vivía en Viena... Sí, yo no lo he leído a Freud pero me imagino.

¿No leíste nada de Freud?

Bueno, la "Interpretación de los sueños" sí, pero porque se lee como una novela. A mi la cabeza para lo teórico mucho no me da, me aburre mucho, yo prefiero la épica, eso es lo mío.

¿Qué otras marcas fueron significativas en tu vida?

La lectura, los libros, en mi casa había libros. Nací entre libros, lo cual no creo que es determinante porque mirá: Griselda Gambaro, que creo que es una de las mejores escritoras argentinas, nació en una casa muy pobre donde no había libros, no había ni siquiera guías telefónicas porque no podían tener teléfono. Es cierto, ella tuvo al alcance libros porque a la vuelta de su casa había una biblioteca, pero ella entró a la biblioteca no a la juguetería. Yo creo que el estar rodeada de libros te condiciona.

¿Y otras marcas de tu historia; de lo político, del matrimonio?

Bueno yo nací en una familia muy jodida, muy disfuncional, donde la cosa andaba siempre muy mal, pero muy mal; entonces a mi me salvaron los libros. Sin ellos yo me hubiera vuelta loca, estoy segura de eso.

Me recuerda una pregunta que planteaba: ¿de qué nos salva la memoria? Era en el marco de unas jornadas donde se trabajaba el tema del relato... y bueno, por analogía, ¿de qué nos salvan los libros?

Y a mi me salvaron de mucho.

Cuando la familia es agradable, no ayuda a hacer el esfuerzo de salir de allí. Entonces la "mejor madre" y el "mejor padre" tienen ese hijo que no se casa nunca porque, ¿qué va a encontrar mejor que eso? Por ahí lo que salva, lo que empuja, es no haber estado cómodo.

Puede ser, porque entonces yo busqué donde estar cómoda y era en las páginas de un libro. Esa fue para mi la única manera.

He leído por ahí que empezaste a escribir alrededor de los cincuenta años, cuando tus hijos ya estaban grandes...

¡Ah, no! Dije que había empezado a escribir en forma profesional. En ese momento yo dije: "bueno soy una profesional de la escritura". Entonces empecé con los libros.

¿Como una autorización?

Claro, yo dije: "ahora empiezo", era un momento que no era muy favorable porque tenía hijos chicos, marido, casa y un empleo fuera de mi casa, tenía triple jornada. Como será que mi marido una vez me llevó a un endocrinólogo porque me dijo: "vos debés estar enferma", porque yo me dormía en todas partes, iba a una cena y me dormía.

¿Dónde trabajaste?

En una biblioteca médica, ¡por lo menos había olor a libro! Yo hice toda la clasificación, en ese momento no había computadora pero hice una clasificación decimal de los libros. Venían desde otros lugares a ver esta biblioteca, después me fui y la tiraron… Era interesante el trabajo, yo lo odiaba porque me quitaba mucho tiempo. He llegado a dormirme en el trabajo porque escribía a cualquier hora, quizás escribía a las tres de la mañana, porque entre la casa, el marido, los chicos, el perro y la gata... no había demasiado resto.

Terminaste el secundario en el Normal Nº 2 y después... ¿seguiste estudiando?

Estudié Letras. Me gustaba, aunque no estaba muy entusiasmada, pero me gustaba. El seguir la carrera de Letras me dio cierta organización, porque yo leo cualquier cosa, lo que venga. He leído cualquier cosa, ahora ya no, pero he leído desde pornografía hasta el Cine de Oro español, novelas rosa, de todo. Además leo fluidamente el inglés y el francés así que me "pasé al cuarto todo". La Facultad me dio cierta sistematización de todo eso. Además me enseñó el griego antiguo que me pareció maravilloso y tuve un buen profesor. El latín no me interesaba pero el griego me volvió loca. En 4º año aproveché que me casaba y dejé. Me dije: "yo no quiero ser profesora, lo que quiero es escribir".

¿Y hasta cuándo trabajaste en la Biblioteca?

Hasta que me jubilé. Treinta años trabajé en esa biblioteca. Me fue útil, ya que, por ejemplo, aprendí a hacer historias clínicas que no es una cosa fácil. Vos no podés decir: "a fulano le duele más o menos", no, vos tenés que decir: "a fulano le duele tal cosa" y eso es importante. Después también me sirvió porque yo escribía bastante en la biblioteca, hacía el trabajo rajando y después tenía un enorme escritorio con un montón de libros y papeles, y escribía. Entonces por ahí llegaba algún medico y me decía: "Señora yo necesito algún libro sobre..." y entonces le decía: "como no doctor, en este momento no puedo porque estoy terminando un trabajo para el doctor ... Venga dentro de un par de horitas", y ese par de horitas lo usaba para escribir. Después le hacía todos los trabajos científicos a todos los médicos, porque los médicos son muy brutos no saben redactar, no saben poner una frase después de la otra, ¡menos mi hijo, eh! Bueno, entonces me decían: "yo quiero decir tal cosa y tal otra", y les decía: "bueno vaya" y se los escribía, porque la estructura de los trabajos científicos es siempre la misma.

Vos hablás de tus hijos. ¿Ellos han heredado algo de esas virtudes tuyas?

Mis hijos han sido lectores y son lectores, ninguno se ha puesto a escribir literatura, cada uno tiene su propia profesión, pero si, ellos me veían leer, veían los libros, lo veían leer a su padre, había libros sobre la mesita de luz, había libros por todas partes. Un chico ve eso y termina por leer. Mis nietos tienen cada uno su biblioteca. Desde el que tiene diecinueve años hasta la más chiquita, que viene a mostrarme sus muñecas y sus libritos, porque ella también tiene su estante con sus libros. Siempre le regalo libros, por supuesto.

¿Pensás que transmitir algo de la lectura o de la lecto-escritura tiene que ver con la subjetividad? ¿Eso salva?

Claro, por supuesto, a mi me salvó, yo creo que sí. Por ahí te sume en otro tipo de infierno pero te saca de donde estás.

En relación al contrapunto entre la tecnología, los juegos virtuales y la lectura... ¿en qué crees que puede afectarnos la digitalización de la cultura?

Mirá no tengo la menor idea, no sé. Creo que pueden coexistir, hay que tener un control sobre eso. Los jueguitos, una hora por día y chau… El resto: los deberes, jugar a las bolitas, las figuritas, etcétera.

Cuando usás la palabra "control" me recuerda que hace poco, Rubén Chababo comentaba que, a propósito de algunas cuestiones políticas, ciertas palabras de la lengua adquirieron un peso tan terrible y tan mortífero que no se pueden usar, y si uno las usa queda como si hubiera dicho algo tremendo... A mi me pasa por ejemplo con la palabra disciplina, suena medio fea, pero la disciplina permite hacer un uso del tiempo que te ensancha la vida.

Seguro, disciplina es lo que yo uso para escribir.

Recién usaste la palabra control. A vos que interesa el uso de la lengua... ¿qué idea tenés sobre esas expresiones tan posmodernas "todo vale" o "todo bien"?

No, todo vale no, mentira. Uno tiene una especie de limite moral. Hoy venía hablando con el remisero y decíamos como habían cambiado los tiempos, entonces él mencionaba la fortuna de los Kirchner, y yo le decía: "es facilísimo, es robar y ya está". Lo malo es que a uno lo criaron de otra manera, y claro, uno tiene eso que adquiriste o que construiste vos misma, pero es algo que te marca el panorama en donde actuás y como actuás.

¿Crees que es importante declarar la posición política cuando uno trabaja en el ámbito de la cultura?

Sí, seguro. Yo no puedo dejar de ser honrada, no te voy a robar ni a engañar, porque no puedo, así como no puedo matar, bueno, no sé. Si alguien atacara a alguno de mis seres queridos agarro una metralleta y lo hago pelota, y por ahí me sale "no quiero justicia quiero venganza", pero bueno, sería defensa propia. Una vez me acuerdo que hice una diligencia que tenía que ver con un abogado, que es muy amigo mío, y le digo: "che, por favor, no podríamos estafar a alguien", y me dice: "encantado... si vos me decís cómo", y no... ¡porque no se me ocurre!

¿Tenés algún personaje malvado en alguna de tus novelas?

Sí, en la que estoy escribiendo hay un personaje que es un hijo de puta. Es terrible, corrupto, tremendo… se llama Hermes Nicolás Silva. Es un nombre que me encanta. Además Hermes es el Dios de los ladrones, Mercurio es en Roma y Hermes en Grecia.

¿Qué otra mujer escritora te entusiasma?

Liliana Hecker me interesa mucho porque ella está constantemente buscando otra manera de contar. No siempre me gusta, no siempre me atrae, pero reconozco que es muy interesante, muy importante. Leo una cosa de ella y siempre hay varios pliegues allí. Hay muchas que escriben muy bien.

¿Y europeas?

Mirá, el prestigio en la literatura es masculino. Estas escritoras escribieron mucho mejor que Vargas Llosa y sin embargo nadie las reconoce, el prestigio es de Vargas Llosa. Después me gustan todas las cuentistas norteamericanas que son muy buenas. Patricia Highsmith tiene una novela que se llama "Ese dulce mal" que es una maravilla. En general, las cuentistas del sur son una maravilla de minas. Virginia Woolf siempre fue uno de los amores de mi vida. También Simone de Beauvoir en sus memorias porque sus novelas son bastante malas y muy ideologizadas, cosa que a mi me rompe las pelotas.

¿Cual sería el límite?

Y mirá, cuando vos lees la ideología está ahí. Yo no escribo para demostrar nada, escribo por escribir, pero bueno, alguien que sabe descifrar las palabras se da cuenta donde estoy parada en el mundo.

¿Y el cine, qué lugar ocupa en tus intereses?

Yo he ido mucho al cine, hace mucho que no voy muy seguido porque no tengo tiempo, pero yo he ido al cine toda mi vida. Cuando era chica, mi papá me llevaba a la matinée del cine Córdoba, que estaba donde está ahora la Galería La Favorita. Después de almorzar, mi viejo me llevaba al cine, me sentaba y se iba, y el cine estaba lleno de chicos, no había ni un adulto. Daban dibujitos, series que generalmente eran de "cowboys" y además todos los chicos hacían comentarios en voz alta, a los gritos, y pateaban y comíamos maní con chocolate y bueno, después venía mi viejo a las 5 me buscaba y me iba para mi casa a tomar el Toddy. Eso era cuando era niña. Después, ya crecida, nos mudamos al centro, a un departamento, y a una cuadra estaba el cine Broadway que todos los martes daba el continuado francés, tres películas por 20 centavos. Tenía prohibido ir a verlo porque mi mamá suponía que era inconveniente para una niña; entonces yo me guardaba las moneditas que me daban para tomar una gaseosa en el colegio y el martes decía: "tengo que ir a la biblioteca del colegio", y me iba al cine como una reina, tenía doce, trece años. A veces tenía alguna amiga que me hacía pata, alguna que me permitían, porque había que ver cómo era el apellido de esa chica. Me vi todo el cine francés que se puedan imaginar, incluso películas mudas, todo me vi. También vi cada porquería que ni te cuento, pero vi todas las grandes películas: "Amanece", "El muelle de las brumas", todo lo vi, una maravilla. Y después ya de más grandecita empecé a ir al cine con amigas los domingos a la tarde. Teníamos algunos cines permitidos: el Palace entre ellos. Siempre íbamos arriba porque los muchachos iban arriba y ahí vi un montón de películas interesantes.

Recién decías que no tenés tiempo, pero actualmente dejaste de tener los chicos, dejaste el trabajo en la biblioteca y ¿tenés menos tiempo que antes?

Pero escribo y además estoy muy dedicada al Goro, a mi marido.

Adoptaste el apellido de él...

Claro, y algunas de mis amigas me dicen: "¡ay! vos que sos feminista, ¿por qué usás el apellido de él?". Lo uso porque se me canta, porque todos los apellidos que hay son apellidos de hombre, no hay apellidos de mujer. Si yo uso el apellido de mi mamá es el apellido de mi abuelo. Yo no conozco más que un apellido de mujer, el de una muchacha amiga mía que vive en Canadá que es muy permisiva. Ella opina como yo que todos los apellidos son de hombre, entonces fue al juez y pidió que le pusieran un apellido que ella iba a inventar porque era un apellido de mujer y le dieron permiso. Es una académica y además es feminista. Fijate como es el tema de los apellidos que en Islandia no hay apellidos, no existen apellidos. Vos sos: "hija de...", por ejemplo vos serías "fulanita hija de Luis" y tu papá es tu papá porque su mamá tuvo un hijo, y en Islandia yo sería "Angélica hija de Fernando".

Los romanos decían que el padre es el que dice "este es mi hijo" ¿Cómo pensás esto de que las mujeres homosexuales hacen inseminación artificial y tienen hijos con otra mujer? Cuando oís hablar a estas mujeres, la idea es que haya dos madres. El discurso es "somos dos madres" y pensaba pobre hijo, nosotros tuvimos la suerte de tener una sola madre, ¿cómo será esto de tener dos?, ¿cómo pensás estas dinámicas en la cultura hoy?

Estuve un tiempo en Canadá, fui para un Congreso y me quedé bastante tiempo. Estuve parando en casa de dos mujeres que eran pareja y que habían adoptado cuatro chicos, eran tres nenas y un nene. El nene decía "yo soy el macho de esta casa". Ellas decían que los chicos sabían que su familia era una familia atípica y sabían que tenían dos madres. Y bueno no tenían padre pero las cosas funcionaban perfectamente bien, no creo que tenga algo que ver el género porque en mi casa había un padre y ¡más vale que con los padres que yo tenía!, esa casa era un infierno. Bueno, Canadá es una sociedad permisiva y este no era el único caso.

Volvés a decir que tu infancia fue un infierno, sin embargo, ¿no pensás que eso tuvo algo que ver con tus capacidades? Como si eso hubiera sido el fuego para alimentar lo que hiciste.

Claro, las cosas que te tranquilizan no son precisamente las más fructíferas. Como decía Susan Sontang: "el arte tiene la característica de poner nerviosa a la gente", y claro, te tiene que poner nerviosa o por lo menos te tiene que hacer algo adentro.

No siempre las discusiones o la provocación del otro son negativas. A veces es interesante cuando el otro provoca o pone nervioso, o te apela porque es un modo de relación intenso. ¿Cuándo pensás que esto sería negativo?

Cuando te encontrás con algo que realmente te repugna o te hace mal. Por ejemplo, anoche fuimos a comer a casa de unos amigos y había un tipo que era un estafermo, ¿viste esos muñecotes?, bueno así, y a mi me puso loca. Prefiero un tipo que me discuta aunque me ponga loca, que pase algo, que diga algo.

Un colega psicoanalista decía el otro día en una conferencia que hoy en día creía que era preferible que madre y padre piensen distinto. ¿Te acordás de cuando se decía que no había que discutir delante de los chicos?

¡Yo nunca pude! Después hay que explicarles a los chicos, si es que se angustian, que eso que pasó no tiene importancia.

Y tu marido, ¿cómo se lleva con esto de que sos tan famosa?

Bien, es un santo.

¿Lo volverías a elegir como marido?

¡Ay, sí!

¿Qué es el matrimonio para vos?

Una definición del diccionario no puedo dar, puedo dar sólo mi definición. Para mi fue realmente maravilloso, lo cual no quiere decir que no nos hayamos peleado nunca y que estemos como angelitos uno al lado del otro, no. Hemos tenido unas peleas tremendas, y todavía ahora. Bah, ¡ahora estoy más tranquila! Antes él era más peleador, pero yo soy capaz de decir de todo, de pelearme y después a los cinco minutos me olvidé. El otro día no sé por qué nos gritamos, y al otro día me dice: "¿por qué fue que nos peleamos anoche?". Le contesté: "¡vos sabés que no me acuerdo!". Pero bueno, es elegir una vida de a dos, y es fabuloso, a mi me ha resultado así. Me acuerdo una tía mía -yo tuve doce tías-, todas se casaron, todas mataron oportunamente a su marido y ninguna tuvo hijos. Unas mujeres divinas, fuertes con sentido del humor, y los maridos no servían para un carajo. Ellas eran unas mujeres sensacionales. Una de ellas me acuerdo que cuando murió el marido sufrió mucho, y el día en que murió me dijo: "bueno, yo no tengo por qué llorar porque Ricardo me dio treinta años de felicidad", y yo estaba recién casada, ahora ya hace cincuentiseis años.

¿Y eso implica no llorar?

No, yo soy muy llorona, a mi me hace bien llorar y soy capaz de hacerlo a los gritos, soy capaz de llorar de emoción también. Cuando fui a Grecia con mi hija y dos amigas, una de ellas profesora de Historia del Arte, me acuerdo que llegamos al Partenón pero yo no lo veía porque subimos por atrás, porque esta muchacha que era profesora ya lo conocía; entonces subimos por las montañas y había unas viejitas haciendo collares sentadas en la puerta y de repente veo el Partenón. Cuando llegué y vi eso me senté en una piedra y lloré. ¿Qué voy a hacer? Ese día me acuerdo que estaba furiosa porque había mucha gente, ¡yo quería estar sola ahí! y decía: "¡esto está lleno de turistas!" y mi amiga me miró y dijo; "en el sigo V antes de Cristo también estaba lleno de turistas", y tenía razón.

¿Qué nos podés contar de tus viajes?

He viajado mucho, porque la gente se cree que soy importante y me invitan. La primera vez que me invitaron fue en el año '81 a México. Yo fui y la que organizaba el congreso me dijo: "ahora que has tenido tu primera invitación te van a invitar a todas partes", y después empezaron a venir invitaciones y además yo seguí publicando... Yo he estado en todos los países de América Latina menos en Paraguay. He estado en México, en Estados Unidos, en Canadá, allí he estado en muchos lugares hasta en la Isla del Príncipe Eduardo. He estado en España, en Francia, Inglaterra, Grecia, Israel...

Y a Buenos Aires, ¿con qué frecuencia vas? ¿Qué vas a hacer?

Depende, voy a mis editoriales, ahora tengo que ir porque la Sociedad de Escritores y Escritoras de Argentina me habló para decirme que me van a nombrar socia honoraria y si quiero ir a dar una charla.

¿Te pensaste llegando a estos lugares?

No, yo no pensé nada, lo único que quería en la vida era escribir.

¿Y ahora qué significa que te nombren socia honoraria?

Y... está bien, pero tampoco te la creés, porque si te la creés estás frita. Cuando salen las críticas y veo esos críticos que dicen: "qué lindo libro, qué bárbaro", pienso: "mirá que bien", pero no me la creo, porque cuando veo ciertos colegas que ponen cara de que son importantes me da una bronca y digo: "¡este boludo qué se cree!".

¿Se cura la boludez?

Y... yo creo que no se cura, al menos que la vida te dé con un hierro de una forma impresionante.

O sea que en ese sentido sería algo así como que no todos se pueden psicoanalizar.

No, pero yo de vez en cuando caigo al diván. Hace poco caí, porque tengo una prótesis en la rodilla derecha. En su momento el cirujano dijo: "o silla de ruedas o cuchillo", y yo dije: "¡cuchillo ya!". Y me operaron la rodilla derecha, ¡tengo cada anécdota de esa operación! Me sacaron toda la articulación y me pusieron una articulación de Titanio. Ya me olvidé que tengo una prótesis; camino, voy y vengo y subo escaleras. Eso fue en el 2006, después tuve un año entero de rehabilitación y al año estuve bien. Me operaron con anestesia peridural porque yo ya no tengo veinte años, entonces no me enteré de nada, oía cosas pero no me importaban. Terminó la operación y a mí me dolía la rodilla, entonces apareció un médico al lado mío y estábamos en el quirófano, todavía tenía el barbijo puesto, y me dice: "¿cómo te sentís?". A mi, que me revienta que me tuteen de entrada, le dije: "¿y usted quién es para tutearme?". Entonces me dice: "¡mamá soy yo!". Era mi hijo. ¿Y saben qué le dije yo?: "Sergio, que suerte que estás acá, andá y avisale a mi mamá".

¿Fue ahí que decidiste ir a análisis?

Fui a análisis no por eso, sino porque tenía la fantasía de que me iban a cortar la pierna y yo sabía que no iba a ser así, pero tenía esa fantasía.

¿Y lo de llamar a tu mamá?

No, eso no me importó demasiado. Yo me dije: "y bueno, claro, cuando uno se siente desamparada ¿qué hace?: grita ¡mamá..!". Entonces me empecé a sentir mal, me sentía inválida, pero no lo estaba. El médico me decía: "párese y camine" y yo le decía: "doctor, usted está loco, ¿no se acuerda que me operé ayer?", y me decía: "párese y camine", y caminé. Pero yo me sentía inválida, entonces agarré el teléfono, llamé al analista y le dije: "tengo que ir a hablar con usted".

¿Cómo pensás estos encuentros con un analista?

A mi me parece maravilloso que alguien pueda ir, sentarse y hablar. La primera vez que fui a análisis fue en el año '75 cuando tuve una "depre". Después de esa experiencia nunca más volví a tener "depres", nunca jamás. Ese año me pasó de todo. Mi mamá se enfermó de cáncer. Se me murió una de las tías que yo quería. Mi hija tuvo un accidente que no se murió no sé por qué. Yo estaba en un pozo espantoso y de ahí me sacó el análisis. Me querían dar medicamentos y dije: "no, no quiero medicamentos", y me mandoneó el médico y me dijo: "usted tome esas gotas", y al mes yo estaba mejor y pude empezar a dormir.

¿Qué buscás cuando vas al analista?

Yo confío en él, quiero que él me saque de eso, si ese es su trabajo, ¿qué se cree?

Además tu hija también es psicóloga.

Sí, es mi hija pero, bueno, ella pesca algunas cosas. Cuando escribí sobre mi madre, fue ella la que me empujó, porque cuando se murió la última de mis tías que estaba un poco a mi cargo, yo pensé: "¡puta! toda esta familia de mujeres divinas, todos esos recuerdos que ellas guardaban, todo eso que yo conozco se va a perder". Y mi hija me dijo: "mami, vos lo que querés es escribir de eso", y yo dije: "¡ay que viva que es mi hija!". Y empecé a pensar y a hacer algunos ensayos. No me salían bien las cosas, hasta que descubrí la estructura del libro y cuando descubrí la estructura, que es la de un diario intimo mío donde yo digo: "hoy estuve con fulanita y...", entonces vuelvo para atrás y cuento algo, el libro está escrito no linealmente. Así salió el libro y escribí todo lo de mi madre, todo, con detalles, nombres, apellidos, situaciones, todo. Y ese libro que se publicó no es el que yo escribí; el libro que yo escribí es mucho más grande, tiene fotos y empieza con mis abuelos. De ese libro yo hice tres ejemplares, uno para cada uno de mis hijos, a ese libro yo lo achiqué, le saqué la parte de mis abuelos y salió "Historia de mi madre", hice un recorte.

¿Qué hicieron tus hijos con ese ejemplar?

Creo que lo tienen guardado, si no lo tienen guardado les rompo el alma, ¡mocosos de porquería!

¿Crees que hay que transmitir todo o se hace un recorte?

No, lo que se escribe es un recorte. No se puede transmitir todo, es imposible, en ningún caso se puede. Lo que uno escribe es el residuo, es lo que queda después de corregir y corregir.

¿Con quién le gustaría dialogar en un programa radial?

Con quien diálogo a menudo es con Jorge Isaias y si no me gustaría hacerlo con Santiago Kovadloff.

¿Cuál es tu actividad hoy en el taller literario?

Coordino dos grupos de escritura. Primero que nada, antes de empezar, tomamos café y comemos torta hecha por mis blancas manos de hada. No podés hablar de literatura si tenés hambre. Ese asunto de la bohardilla y del hambre son mentiras. Tenés que estar satisfecho, tranquilo y contento para hablar de literatura. Entonces yo, durante una hora hablo de un tema ¡si me dejan! Y después doy por sentado que tienen que leer pero no doy consignas, cada uno tiene que averiguar sobre lo que quiere escribir. ¿Cómo voy a decirles o a saber yo sobre lo que tienen que escribir? Ponele que yo te diga: "escribí sobre tu abuelita" ¡y a vos tu abuelita te importa tres cornos! Entonces escriben y yo les respeto los tiempos. Hay algunos que me traen un cuento cada vez que vienen y hay otros a los que los tengo que esperar cuatro meses, yo respeto eso. Entonces después todo el grupo opina, pero yo no corrijo. Una vez una mina me dice: "vos sabés que yo antes de venir acá iba a la casa de fulana y era como un templo, y esto es un burdel, ¡pero acá yo escribo!".