5 de enero de 2010

W.H. Auden. Sobre la crítica literaria

Pese a ser conocido y reconocido fundamentalmente como una de las voces más destacadas dentro de la poesía contemporánea en lengua inglesa, W.H. Auden (1907-1973) cultivó también la prosa, inclinándose sobre todo por el ensayo autobiográfico, la crítica literaria y los artículos sobre psicología, historia, política y religión. Sus ensayos, elegantes y mordaces, abarcan diversos temas, desde los entresijos de la novela policíaca hasta la literatura griega, la cocina y la música.
Continuó así con la antigua tradición que la literatura inglesa posee en materia de grandes ensayistas, cimentada en nombres como Francis Bacon (1561-1626), John Dryden (1631-1700), Joseph Addison (1672-1719), Samuel Johnson (1709-1784), Samuel Taylor Coleridge (1772-1834), Charles Lamb (1775-1834) y John Ruskin (1819-1900), o lo más cercanos a Auden como Oscar Wilde (1854-1900), Robert Louis Stevenson (1850-1894), Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) y Cyril Connolly (1903-1974).
Hacia fines de la dédada del '40, ya nacionalizado estadounidense, Auden abandonó el aliento político y pedagógico de sus primeros ensayos para convertirse en un escritor definitivamente escéptico. Autor de una crítica muy erudita, bastante formalista y excepcionalmente inteligente, dueño de un estilo ético y apasionado caracterizado por una cierta distancia de la ensayística académica, contaba con una virtud que la mayoría de los críticos anglosajones no tenía: no sólo leía en francés y alemán, sino que además entendía a los escritores franceses y alemanes con la misma naturalidad que a los de lengua inglesa.
El cuerpo principal de su obra ensayística se encuentra reunido en los libros "Enchaféd flood, or the romantic iconography of the sea" (El diluvio enfurecido, o la iconografía romántica del mar), "The prolific and the devourer" (El prolífico y el devorador), "The dyer's hand" (La mano del teñidor), "Forewords and afterwords" (Prólogos y epílogos) y "Lectures on Shakespeare" (Trabajos de amor dispersos).
El primero de ellos contiene tres conferencias dictadas por el poeta en 1949 en la Universidad de Virginia: "The sea and the desert" (El mar y el desierto), "The stone and the shell" (La piedra y la concha) e "Ishmael-Don Quixote" (Ismael-Don Quijote). En estos trabajos desmenuza la naturaleza del romanticismo a partir de metáforas bíblicas y textos de Wordsworth, Coleridge, Baudelaire, Rimbaud, Dante y Tennyson, entre otros, y finaliza con una analogía entre Don Quijote e Ismael, el narrador del "Moby Dick" de Melville.


En "El prolífico y el devorador" se reúnen meditaciones breves y aforismos escritos en 1939 y publicados en la revista "Antaeus" más una serie de reflexiones sobre la evolución humana en las que diferencia a los prolíficos -agricultores, obreros calificados, científicos, médicos, maestros, deportistas, artistas- que son los que producen, de los devoradores -políticos, jueces, policías, críticos- que dependen de lo que aquellos producen para su propio bienestar. Es decir, establece la contradicción existente entre el creador y el consumidor, el pobre y el rico, el que da y el que toma, el proletario y el burgués. Según Auden, la poesía tiene una ética propia, y en ella se libra la batalla entre la verdad y la mentira. Si ésta es expresada con belleza, es extraordinariamente peligrosa, por lo que le reclama al poeta una seria reflexión, dirigida al establecimiento y la divulgación de la verdad."La mano del teñidor" reúne una selección de ensayos, críticas y notas escritas entre 1950 y 1962 que versan sobre cultura, poesía, teatro, música y ópera. Muchos de los artículos no habían sido publicados anteriormente y otros aparecieron en versiones revisadas por el autor, entre ellas las clases que dictó como profesor de poesía en la Universidad de Oxford entre 1956 y 1961, incluída la conferencia inaugural que tituló "Making, knowing and judging" (Hacer, conocer y juzgar).
"Prólogos y epílogos" agrupa cuarentiséis ensayos sobre literatura, historia y religión escritos entre 1943 y 1972. Auden había escrito sus primeros prólogos en los años 1926 y 1927 para el anuario estudiantil "Oxford Poetry" y, con el correr de los años, se convirtió en un maestro en el arte de prologar, epilogar y reseñar libros. En este volumen, publicado originalmente en el año de su muerte, queda de manifiesto la vasta cultura de su autor. La literatura griega clásica, los sonetos de Shakespeare, las cartas de Van Gogh y Verdi, los poemas de Cavafis y los cuentos de Poe son analizados con entusiasmo y perspicacia, con un rigor no exento de amabilidad y con un inmenso conocimiento del tema tratado.
Por último, "Trabajos de amor dispersos" reúne treinta conferencias pronunciadas en el auditorio de la New School for Social Research entre octubre de 1946 y mayo de 1947, en las que comentó casi todas las obras de Shakespeare. Cada una de ellas duraba una hora, u hora y media, y, si bien no fueron grabadas, su secretario tomó algunas notas de las mismas. Como Auden improvisaba sobre apuntes que no han subsistido, lo que aparece en este libro es una recopilación de esas notas.


Lo que sigue a continuación es una breve selección de notas extraídas de las obras antes mencionadas:

"Una de las razones por la que los buenos críticos literarios son más escasos que los buenos poetas o novelistas es la naturaleza de egoísmo humano".
"Un poeta o novelista ha de aprender a ser humilde ante el tema de su escritura, que es la vida en general. Pero el asunto del crítico, el tema ante el cual debe aprender a ser humilde, está compuesto de otros escritores, es decir, de individuos humanos, y esta clase de humildad es mucho más difícil de adquirir".

"El crítico no puede imponer leyes acerca de lo que le debe o no gustar a la gente".
"¿Cuál es la función del crítico? Acercarme obras o autores con los que no estaba familiarizado hasta ahora; convencerme de que he menospreciado determinadas obras o autores porque no los he leído con la suficiente atención; mostrarme relaciones entre obras de distintas épocas y culturas que nunca habría podido descubrir por mi cuenta porque no tengo conocimientos suficientes y nunca los tendré; ofrecerme una lectura de la obra que acreciente mi comprensión de la misma; arrojar luz sobre el proceso de construcción artística, y arrojar luz sobre la relación entre el arte y la vida, la ciencia, la economía, la ética, la religión, etcétera. Los tres primeros exigen erudición, los tres siguientes un grado mayor de perspicacia, cuando las cuestiones que suscita el crítico son nuevas e importantes".
"Al crítico podrá pedírsele una lectura que nos muestre relaciones entre obras de diferentes épocas históricas, ahonde nuestra comprensión, ilumine la forma artística o las relaciones del arte con la vida, la ciencia, la ética, la religión. Para cumplir esa función debe poseer cierta erudición y una intuición superior; aunque podamos discrepar con las respuestas, un buen crítico es capaz de formular buenas preguntas. Las opiniones críticas de un escritor, en cambio, deben ser tomadas con una pizca de sal; derivan por lo general de un debate que el escritor lleva consigo mismo sobre lo que debe hacer a continuación y lo que debe evitar: un poeta no puede leer a otro poeta ni un novelista a otro novelista sin comparar su obra con la suya".

"Atacar los libros malos no sólo es una pérdida de tiempo, sino también un peligro para el carácter. Si un libro me parece realmente malo, entonces el único interés que puedo tener para escribir acerca de él es la exhibición de mi inteligencia, mi ingenio y mi malicia. Es imposible que alguien reseñe un mal libro sin pavonearse".
"Hay un mal literario que nunca se debe dejar pasar en silencio, sino atacarse continuamente, y ése es la corrupción del lenguaje, ya que los escritores no pueden inventar su propio lenguaje y dependen de aquel que heredan, de donde se desprende que la corrupción de éste implica tácitamente la de aquéllos".
"Constituye un hecho realmente triste de nuestra cultura que un poeta pueda ganar mucho más dinero escribiendo o hablando sobre su arte que ejecutándolo".
"Una mala obra siempre lo es de una manera transitoria. Es inútil atacarla, ya que desaparecerá de todos modos".
"Todo escritor preferiría ser rico a ser pobre, pero ningún escritor auténtico se preocupa por la popularidad en sí misma".
"Siempre es mejor leer algunos libros detenidamente que saltear las páginas de muchos".
"Para merecer ataques, un libro debe ser digno de una lectura".
"Hoy la pregunta: ¿A qué se dedica usted? significa: ¿Cómo se gana usted la vida?".
"Tan imposible es un arte del hombre común como una medicina del hombre extraordinario".
"No hay nada peor que un mal poema cuya intención sea ser grande".

"Atendiendo a su formación limitada, el poeta debe ser cauto y limitarse, al hablar de poesía, a temas generales donde una apreciación correcta pueda extrapolarse a varios casos y aplicarse a todos, o a algún tema específico que sólo demande la lectura intensiva de unas pocas obras. Puede aportar algo al hablar sobre bosques, inclusive al hablar sobre hojas, pero nunca cuando opina sobre árboles".
"¿Qué entiendo por poesía y qué me interesa descubrir? Primero, deseo ver si en el poema hay una técnica y de qué manera funciona. Segundo, intento responder a cinco preguntas: ¿Qué clase de persona habita en este poema?; ¿cuál es su idea de una buena vida o de un buen lugar?; ¿y su noción del Demonio?; ¿qué le oculta al lector?, y ¿qué se oculta incluso a sí mismo?. Un artista, alguien que merezca ese título, debe pensarse a sí mismo como un artesano, un hacedor, no como un genio inspirado".
"Es difícil encontrar un autorretrato honesto, ya que el hombre que ha alcanzado la autoconciencia implícita en el deseo de pintar su propio retrato, casi siempre desarrolla también una conciencia del Yo que lo pinta pintándose, e introduce luces y sombras dramáticas".
"Soy consciente de hasta qué punto escuchar música me enseñó a organizar un poema, a lograr variedad y contraste gracias a los cambios de tono, de tiempo y de ritmo; pero no podría decir de qué manera".



Auden, hasta el final de su vida, revisó constantemente su propia obra en busca de errores morales e, inclusive, descartó de ella poemas cuyo interés formal le habían dado la celebridad universal. La lectura de su obra propone una concepción altruista del mundo, ligada al marxismo en lo político, al cristianismo en lo relativo a la conducta social, y al liberalismo ético en lo que se refiere a la vida personal. La lectura de su obra, también, deslumbra y enseña en el plano de lo poético, ya que abre un camino de conocimiento distinto al poner en claro mensajes que no por reiterados son sabidos.