28 de enero de 2011

Jean Bricmont: "La injerencia de EE.UU. en los asuntos internos de otros países es constante y tiene múltiples facetas" (3)

"Desde el conflicto entre Stalin y Trotski en la Unión Soviética -estima Bricmont- los intelectuales de izquierda en occidente han pasado mucho tiempo peleándose para saber a quiénes apoyaban en conflictos lejanos o pasados sobre los que no tienen ninguna influencia real. Un cínico podría sugerir que, además de que estos debates les permiten desplegar una vasta erudición histórica, les llevan a separarse de la mayoría de la población ahí donde viven o ahí donde sus acciones podrían tener un impacto real. Sea como fuere, la cuestión que debemos plantearnos no es la de un apoyo afectivo o imaginario a éste o aquel, sino la de la acción que hay que emprender ahí donde podemos obtener un efecto, es decir, en nuestras sociedades y frente a los gobiernos occidentales. En lo inmediato, hay que hacer lo que sea para no aportar ayuda alguna -material, simbólica o cualquier otra, siquiera so pretexto de la reconstrucción- a la ocupación". Y agrega: "La injerencia de Estados Unidos en los asuntos internos de otros países tiene múltiples facetas, pero es constante y viola el espíritu y a menudo la letra de la Carta de las Naciones Unidas. A pesar de sus declaraciones de actuar en nombre de principios como la libertad y la democracia, las intervenciónes de Estados Unidos han tenido consecuencias desastrosas no sólo por los millones de muertes causadas por las guerras directas e indirectas, sino también la pérdida de oportunidades -el asesinato de la esperanza- para los centenares de millones de personas que podrían haberse beneficiado de políticas sociales progresistas iniciadas por dirigentes como Arbenz en Guatemala, Goulart en Brasil, Allende en Chile, Lumumba en el Congo, Mossadegh en Irán, los sandinistas en Nicaragua o el presidente Chávez en Venezuela, que han sido objeto de subversión sistemática, derrocamiento o asesinato con pleno apoyo occidental". "La ideología de la intervención humanitaria forma parte de una larga historia de actitudes occidentales hacia el resto del mundo. Cuando los colonialistas occidentales desembarcaron en las costas de América, Africa o Asia oriental, se sorprendieron por lo que ahora llamaríamos violaciones de los derechos humanos, y que llamaron costumbres bárbaras: sacrificios humanos, canibalismo, mujeres obligadas a vendarse los pies, etcétera. Una y otra vez, esta indignación, sincera o calculada, se ha utilizado para justificar o encubrir los crímenes de las potencias occidentales: la trata de esclavos, el exterminio de los pueblos indígenas y el robo sistemático de tierras y recursos. Esta actitud de justa indignación continúa hasta el día de hoy y está en la raíz de la pretensión del derecho de intervención y del derecho de protección de Occidente, mientras se sigue haciendo la vista gorda ante regímenes opresores considerados amigos de Occidente, a la interminable militarización y las guerras sin fin, y a la explotación masiva de mano de obra y recursos". "Cuando la OTAN ejerció su autoproclamado derecho a intervenir en Kosovo, donde los esfuerzos diplomáticos estaban lejos de haberse agotado, fue elogiada por los medios de comunicación occidentales. Cuando Rusia ejerció lo que considera como su derecho de prtección en Osetia del Sur, se le condenó de manera uniforme en los mismos medios de comunicación occidentales. Cuando Vietnam intervino en Camboya, o la India en lo que hoy es Bangladesh, sus acciones también fueron severamente condenadas en Occidente. Esto indica que los gobiernos occidentales, los medios de comunicación y las organizaciones no gubernamentales -en nombre de la llamada comunidad internacional -, juzgarán la responsabilidad de una tragedia humana de un modo muy diferente si se produce en un país hacia el que Occidente, por la razón que sea, es hostil al gobierno, o en un Estado amigo. Estados Unidos, en particular, tratará de presionar a las Naciones Unidas para que respalde su propia interpretación. Estados Unidos no siempre puede decidir intervenir pero puede utilizar, sin embargo, la no intervención para denunciar la ineficacia de las Naciones Unidas y sugerir que sea sustituida por la OTAN como árbitro internacional. La soberanía nacional es a veces estigmatizada por los partidarios de la 'intervención humanitaria' como una especie de licencia para matar. Es preciso que recordemos porqué es necesario defender la soberanía nacional contra dicha estigmatización". Tercera y última parte del extracto de entrevistas a Jean Bricmont. En este tramo sobresale el juicio del físico belga en lo referente al móvil de las guerras que, según la concepción materialista de la historia, se reduce a causas económicas. En ese sentido, Bricmont adhiere al parecer del filósofo inglés Bertrand Russell (1872-1970) quien, en "The practice and theory of Bolchevism" (Teoría y práctica del Bolchevismo), señala que la idea, común a liberales y marxistas, según la cual el enriquecimiento es el objetivo natural de la acción política humana parece a priori razonable, pero ignora "el océano de locura sobre el cual flota, de manera dudosa, la frágil barca de la razón humana".


¿Qué piensa sobre el tratamiento mediático de la guerra en Osetia del Sur?

Lo peor. De hecho, los periodistas trataron la guerra en Georgia de manera exactamente inversa a como habían tratado la guerra de Kosovo. Sin embargo, la situación en Georgia en muchos aspectos era similar a la de Kosovo. En ambos casos, estábamos en presencia de una población enfrentada con el poder central. Dónde ambos casos divergen es en que Kosovo formaba parte desde hace tiempo de Serbia, mientras que Osetia del Sur fue incorporada a Georgia sobre bases administrativas en la época de Unión Soviética. Por eso la voluntad de los georgianos de recuperar Osetia del Sur me parece mucho más discutible que en el caso de los Serbios y de Kosovo. Lo que los georgianos hicieron en Osetia es un poco como si hoy los serbios quisieran repetir Kosovo, lo que ciertamente no deseo. Si lo hicieren, habría un diluvio de ataques contra ellos en la prensa occidental, mientras que cuando Saakachvili decidió bombardear a los osetios para forzarlos a volver al regazo georgiano, claramente todo el mundo encontraba esto comprensible. Análogamente, los rusos han sido muy criticados por haber ayudado a los osetios, mientras que la OTAN fue felicitada por haber apoyado a los albaneses de Kosovo. Podemos, pues, indignarnos con la reacción de la prensa en relación a la guerra de Georgia, pero, con todo y con eso, esa reacción no tiene nada de asombroso. Ilustra perfectamente el principio puesto de relieve por Noam Chomsky y Edward Herman, según el cual habría "buenas" y "malas víctimas". Cuando se comete un crimen, ya se trate de una guerra o de un atentado, y viene del campo occidental o de un aliado de Occidente, las víctimas son consideradas "malas víctimas ", lo que significa que casi no se habla de ellas en la prensa y que se va a presentar el acontecimiento en el momento más favorable para nosotros. Y la prensa reacciona de manera inversa cuando es el campo opuesto el que comete un crimen y provoca víctimas. Un bello ejemplo de este principio de "buenas" y de "malas víctimas" lo hemos visto recientemente con el golpe de Estado en Honduras. Presentamos al presidente derrocado como a alguien que quería monopolizar el poder alterando la Constitución, a fin de lograr un nuevo mandato. Ahora bien; cualquier dirigente tiene el derecho de querer cambiar la Constitución. Sarkozy lo hizo, y nadie gritó que negaba la democracia por eso. Comprobamos, pues, que hay una política sistemática de doble rasero, de dos varas de medir, aplicada por los medios de comunicación. Si son los "enemigos" de Occidente quienes cometen crímenes, invaden a su vecino, etcétera, entonces las víctimas se destacan con grandes titulares; mientras que en el caso inverso, apenas se menciona el asunto. Es algo totalmente previsible. En cuanto a Honduras, la lucha por el restablecimiento de la democracia continúa allí, pero hablamos de eso muy poco: basta comparar con Irán.

¿Entonces esta famosa noción de injerencia humanitaria, sólo los occidentales podrían reivindicarla?

Chomsky da el ejemplo de la intervención India en Paquistán oriental. Paquistán occidental es lo que se llama hoy Paquistán, y Paquistán oriental es el actual Bangladesh. En los años '70, hubo una guerra de independencia del Paquistán oriental, enfrentado al Paquistán occidental. Paquistán occidental envió tropas a la parte oriental, las cuales perpetraron numerosas matanzas. Los indios intervinieron, lo que hizo posible la independencia de Bangladesh. En esa época, casi todo el mundo en Occidente criticó vivamente esa intervención. Otro ejemplo: Pol Pot y los Khmers rojos. En general, sus atrocidades son invocadas para justificar el derecho de injerencia. Pero lo que se olvida es que el régimen de Pol Pot se acabó gracias a la intervención de Vietnam. Y en aquel momento, en 1979, los vietnamitas fueron también muy criticados. Podemos discutir sobre la legitimidad de las intervenciones indias y vietnamitas en términos de violación del Derecho Internacional, pero eran intervenciones que tenían efectos muy humanitarios. Pero esas intervenciones jamás han sido consideradas en Occidente desde este punto de vista. Casi por definición, el derecho de injerencia es legítimo, sólo si somos nosotros quienes lo ejercemos. El principio de la injerencia humanitaria autoriza la intervención, incluso militar, de países poderosos en los asuntos internos de países más débiles (manifiestamente, la injerencia siempre puede ir sólo en esa dirección). Pero todo el Derecho Internacional se funda en la idea de que hay que impedir este género de intervención, y esto en parte a causa de la política alemana antes de y durante la Guerra. No hay que olvidar que una de las primeras agresiones hitlerianas se produjo en 1938 con la anexión del país de los Sudetes, una parte de Checoslovaquia poblada en la época por una minoría germanófona y germanófila que acogió en general bien su "liberación" del yugo checo. Reprochamos siempre a los dirigentes franceses e ingleses de la época el haber aceptado esa anexión en Munich, pero la cuestión que se planteó en aquel momento era justamente saber si había que permitir o no una " injerencia humanitaria"
(liberar una minoría que se consideraba como oprimida). Hay que saber lo que se quiere. O bien era legítimo que los alemanes acudieran en ayuda de la minoría de habla alemana en Checoslovaquia, y entonces el pacto de Munich era aceptable; o bien no lo era, por las razones más globales del Derecho Internacional, pero no se ve porqué ciertos políticos actuales que promueven la intervención humanitaria lo condenan. La ironía es que la invocación a Munich es ubicua en la actual guerra de propaganda. En cuanto se propone mantener negociaciones o aceptar un compromiso, por ejemplo, hoy con Irán, el campo belicista destaca a Munich como el paradigma de la cobardía y de la capitulación frente al "Mal". Pero Munich fue, en cierto sentido, una aceptación del "derecho de injerencia" adelantado a su época.

¿Según usted, la intervención de Rusia en Georgia muestra el ingreso a una era donde cada gran potencia, fuera de los Estados Unidos y Europa, se puede aventurar a lanzar guerras bajo pretextos humanitarios?

Ciertamente, ese es el problema de la caja de Pandora, la que se abre pero que luego no se sabe cómo cerrar, según dijo Chirac en el momento de la invasión de Irak. Dicho esto, ya la habíamos abierto en el momento de la guerra de Kosovo, a la que Chirac no era aparentemente muy favorable. Pero Chirac sabía bien que, dada la presión de los medios de comunicación, una negativa a entrar en guerra le habría costado la elección presidencial frente a Jospin, quién sí era un decidido partidario a la intervención de la OTAN. Bertrand Russell decía que discutir sobre responsabilidades en la Primera Guerra Mundial era un poco como discutir sobre las responsabilidades en un accidente de carretera en un país que careciera de código de circulación. En ese tiempo, en efecto, no había principios rectores de las relaciones entre Estados. Nada prohibía a los austrohúngaros imponer condiciones como las que quisieron imponer a los serbios. Después del atentado de Sarajevo en 1914, los austrohúngaros presentaron a los serbios diez imperativos. Uno de ellos era similar al que figuraba en los acuerdos de Rambouillet antes de la guerra de Kosovo, a saber: que la policía austrohúngara podría imponer su ley en misma Serbia. Y los serbios aceptaron los nueve primeros puntos, salvo el último. A partir de ese momento, los austrohúngaros entraron en guerra, y el resto de Europa se sumergió en la tormenta. En 1999, prácticamente pasó la misma cosa, ya que los acuerdos de Rambouillet preveían que los soldados de la OTAN podrían acampar, hacer tantas maniobras como desearan, etcétera, en Serbia. Los serbios se negaron, y la OTAN bombardeó Serbia. Es verdad que esto no arrastró a la guerra mundial, pero reforzó mucho un militarismo occidental que encontró así, hasta a los ojos de la opinión "progresista", una justificación humanitaria. La debilidad relativa de la oposición a las guerras en Irak y en Afganistán encuentra, en parte, su origen allí.

Después de las guerras de Kosovo, de Irak, de Afganistán, pero también de Georgia, ¿piensa que el Derecho Internacional y la ONU tienen todavía un futuro, o definitivamente han sido enterrados con estas guerras?

Espero que tengan todavía un futuro, porque no pienso que la agresión de un país contra otro pueda resolver los problemas, cualesquiera que sean. Primero, hay que darse cuenta cabalmente de que la inmensa mayoría de los países del mundo continúan defendiendo la concepción clásica del Derecho Internacional, fundado en el respeto de la soberanía nacional. Además, Bush, aunque hubiera cometido crímenes monstruosos, tuvo la ventaja, si se puede decir así, de haber colocado a los Estados Unidos en una situación imposible; y ni siquiera sólo a los Estados Unidos, sino también a todos los defensores del derecho de injerencia humanitaria. Las reglas instituidas en 1945 fueron hechas para entender de situaciones como las que permitieron a Hitler invadir Checoslovaquia (y a Bush invadir Irak). Podemos, evidentemente, cambiar esas reglas. Pero no podemos volver a un estado de vacío jurídico internacional. Entonces el derecho de injerencia humanitaria se reduce a esto: nada define quién tiene el derecho a injerir, ni en qué condiciones, y en la práctica, esto vuelve a legitimar el derecho del más fuerte.

Otro problema que se plantea es que esa injerencia sólo se realiza cuando hay de por medio intereses económicos o geoestratégicos...

En el caso de Kosovo, la verdad es que no había muchos intereses directos en juego, sino que, en cierta medida, las razones fueron más ideológicas que económicas: darle una legitimidad "humanitaria" a la OTAN. Evidentemente, podemos siempre encontrar intereses, si los buscamos, pero no todas las guerras se explican por intereses económicos o geoestratégicos. Hay una verdadera dinámica ideológica que subyace a ciertas intervenciones. Bosnia fue la causa sagrada de toda una generación; por eso, cuando hubo una crisis en Kosovo, había una verdadera voluntad de intervenir "por razones humanitarias", por lo menos en los medios de comunicación y en una parte de la opinión pública. Verdaderamente, pienso que la injerencia humanitaria es una especie de religión de nuestro tiempo. El cristianismo o la misión civilizadora lo fueron en el pasado. Evidentemente, hay siempre razones económicas por doquier, y siempre podremos encontrar intereses económicos "agazapados", si queremos. Pero hay que razonar también en términos psicológicos para ver en qué medida es verdaderamente la economía la razón principal de las intervenciones y de las guerras. El argumento que refuta la idea de que toda razón para hacer la guerra es forzosamente de naturaleza económica, es que siempre es posible resolver de otro modo los conflictos, sin necesidad de desencadenar una guerra, para hacer negocios y tener ganancias. Por ejemplo, es innegable que los capitalistas norteamericanos hacen fortunas en China y en Vietnam, ahora que hay una paz entre esos países y los Estados Unidos. También podemos pensar que, si hubiera una paz en el Medio Oriente, los territorios ocupados podrían ser un nuevo Singapur. Podrían hacerse fortunas allí. Hay una mano de obra relativamente calificada y barata. Es cínico decir esto, evidentemente, pero si verdaderamente se razona desde un punto de vista económico, los capitalistas pueden tener muchos más beneficios en tiempos de paz que mediante la guerra. Evidentemente, cuando hay una guerra, esto beneficia siempre a los vendedores de armas y a las empresas de reconstrucción. Pero hay que darse cuenta de que hay también un aspecto irracional en la guerra, incluso visto desde un punto de vista capitalista global. Lea a Bertrand Russell sobre este tema; es muy interesante. El siempre polemizó con el análisis marxista de la guerra de 1914-1918 en términos puramente económicos, porque le impresionó el aspecto irracional que acompañó a esa guerra. Las cuestiones nacionalistas son un componente esencial de esta parte irracional. Pueden tener una lejana base económica, pero en cuanto cobran existencia, adquieren su propia dinámica. Palestina ofrece sin duda el ejemplo actual más claro de este género de situaciones. No hay ninguna base realmente económica para este conflicto, ni para el sostén occidental a Israel.

Sí, pero en aquella época, Yugoslavia era asimismo una economía cerrada y Milosevic se negaba a abrir a la economía de mercado...

Esto no es completamente verdadero. Son las sanciones internacionales las que impidieron hacer de Serbia una economía abierta. Es un error ver a Milosevic como una especie de estalinista que quería cerrar la economía. Milosevic heredó una economía que era la de Tito, que, francamente, no estaba cerrada pero tampoco completamente abierta. Deseaba cuidar la cabra y la col y no vender su país al mejor postor (como hicieron sus sucesores), pero no hay que olvidar que existían sanciones contra Serbia que venían de la época de la guerra de Bosnia. Milosevic quería levantar estas sanciones. Si usted sufre sanciones y quiere levantarlas, eso significa que usted quiere más apertura, no menos. No veo en absoluto esta guerra como una guerra desencadenada principalmente por móviles económicos. La vería más bien como un tipo de cruzada.

¿Pero había también unas razones geoestratégicas, no?

Sí, los estadounidenses tienen ahora su base en los Balcanes, pero ¿para qué les sirve?

De ahí al Medio Oriente no hay mucho trecho...

No mucho, pero tampoco tan poco. Pueden poner bases en los Emiratos. Tienen bases en Turquía, también. Si usted algún día va a trabajar en una gran burocracia, observará las influencias de tipo burocrático, las que también a veces escapan al análisis de tipo marxista convencional, económico, etcétera. El ejército norteamericano es, entre otras cosas, una inmensa burocracia. Tome por ejemplo las bases norteamericanas en Japón. Después de la guerra con Vietnam y de la distensión con China, no sirven para nada. Los Estados Unidos tienen tropas allá y la gente juega al golf... los soldados tienen una linda vida. Si le gusta el deporte y es un poco macho, es el escondrijo perfecto.

Estas bases servirían sobre todo para mantener la idea de que hay un imperio que mantiene el control...

Sí, pero hay que ver también los intereses económicos a todos los niveles, es decir que evidentemente hay intereses económicos, pero no son necesariamente los de clase capitalista como tal. Hay intereses económicos de la gente del Pentágono, de los vendedores de armas, de los cabilderos, que se sobreponen con la ideología de dominación mundial para que, regularmente, una "nueva amenaza" permita conseguir en el Congreso un aumento del presupuesto de la Defensa. Y si alguien protesta, la prensa se le tira encima y afirma que no es patriota. Estamos en relación con una multitud de intereses. Pero, en la medida en que esta política militarista tiene elevados costos, necesariamente no está en el interés de los capitalistas, tomados en su conjunto. Marx veía los gobiernos como una suerte de consejo de administración colectivo de la burguesía. Es verdad en parte pero, también hay que poder ver ciertas políticas militaristas e imperialistas como resultados de una mala gestión. En el caso de Israel, por ejemplo, resulta cada vez más claro que la camarilla sionista en los Estados Unidos tiene una influencia decisiva sobre la política norteamericana en el Medio Oriente. El grado de compromiso norteamericano a favor de Israel es totalmente irracional, y no responde a ninguno de sus intereses. En particular, Israel jamás ayudó de algún modo a los Estados Unidos a controlar el petróleo. Por otro lado, ese compromiso no alcanza tal nivel en ninguna otra parte. Ese sostén se explica solamente por la presión constante de la camarilla sionista acoplada a la culpa vinculada a los acontecimientos de la guerra de 1940-1945. Cada caso debe ser analizado por separado. No hay fórmula general que explique las guerras por el imperialismo o el capitalismo, aunque hay numerosos factores en esos sistemas que crean las condiciones propicias para las guerras. Pero las guerras siguen siendo, afortunadamente, acontecimientos relativamente raros, comparadas, pongamos por caso, con los intercambios económicos, que son constantes. Y evidentemente, las guerras se producían mucho antes del nacimiento del capitalismo. Hasta cierto punto, yo veo la guerra contra Serbia como la consecuencia del imperialismo humanitario, ideología que se mezcló más tarde con la lucha contra el terrorismo en el caso de Irak y Afganistán. En líneas generales, diría que se "vende" la guerra contra el terrorismo a la población, que es bastante inteligente para comprender que, si se tiene dinero para hacer de humanitario, se tiene otra cosa que hacer que la guerra; y la guerra humanitaria, se "la venden" a los intelectuales, que son bastante inteligentes para comprender que se sobrestima la amenaza terrorista. La población es sensata, pero le falta información; los intelectuales tienen información, pero carecen a menudo de sensatez.

¿Para usted, la razón principal de la guerra de Kosovo se derivaría sobre todo de la ideología de la injerencia humanitaria?

Cuando comenzaron la guerra, pensaron que duraría tres o cuatro días. Yo había escuchado en la radio que los serbios necesitaban algunos bombardeos para retirarse de Kosovo. Según los medios de comunicación, los serbios estaban contentos de que se los bombardeara, para tener una excusa para retirarse de Kosovo. Pero para los serbios, Kosovo tenía un carácter casi sagrado; por eso no se retiraron sino después de transcurrido un tiempo, bajo la amenaza de la destrucción completa de su país, y porque los rusos les dejaron caer. Por otra parte, los serbios firmaron, al final de la guerra, acuerdos que habrían podido aceptarse en Rambouillet y que no se respetaron más tarde. En efecto, esos acuerdos preveían, entre otras cosas, la vuelta a Kosovo de mil policías serbios para proteger a los serbios de Kosovo, lo que les habría sido bien útil, pero que nunca se ha producido. En el desencadenamiento de esta guerra, los factores ideológicos desempeñaron un gran papel. A menudo los pacifistas hacen hincapié en los móviles económicos, reales o supuestos de las guerras, seguramente porque eso muestra a los promotores de la guerra como "verdaderamente malévolos", un redil de codiciosos. Pero si la guerra es más bien debida al fanatismo religioso o nacionalista o a unas ideologías como la misión civilizadora o la injerencia humanitaria, no veo yo porqué eso habría de volverla más legítima o más simpática. Y si se está persuadido de que muy poca gente se beneficia en realidad con las guerras, incluso entre las clases dirigentes, ello refuerza los argumentos pacifistas. En el caso de Israel, donde el aspecto irracional es el más fuerte, si la clase dirigente norteamericana siguiera sus verdaderos intereses, lo que bien podría bien llegar algún día, el apoyo a Israel se desvanecería.