23 de octubre de 2012

Kathinka Evers: "Los humanos, a diferencia del resto de los mamíferos, nacemos con un cerebro no acabado y utilizamos gran parte de nuestra vida para desarrollarlo"

La filósofa de la ciencia Kathinka Evers (1960) es experta en neuroética (ciencia que se ocupa de los beneficios y los peligros potenciales de las investigaciones modernas sobre el cerebro) investigadora del Centro de Etica y Bioética de la Universidad de Uppsala, Suecia, su país natal. Doctora en Filosofía por la Universidad de Lund y docente de universidades británicas, francesas, australianas y chinas, fue entre 1997 y 2002 directora del Comité de Etica Científica del Consejo Internacional para la Ciencia (ICSU), una organización integrada por casi un centenar de países miembros que comprende todas las academias nacionales de ciencia. Para Evers, el cerebro es dinámico y variable y su arquitectura está sujeta al impacto social, discrepando con el estadounidense Michael Gazzaniga (1939), padre de la neurociencia cognitiva, que afirma que el cerebro humano se rige por leyes físicas y que son estas las que dominan nuestra conducta. Autora de varios libros, entre ellos "Neuroéthique. Quand la matière s'éveille" (Neuroética. Cuando la materia se despierta), la científica sueca se pregunta si es lícito administrar un tratamiento experimental cuyos resultados no pueden asegurarse, o si es bueno insertar genes humanos en individuos de otras especies o intentar la clonación humana. Surgida del avance reciente de las neurociencias, la neuroética ha hecho suya la tarea de investigar las respuestas a preguntas de ese tipo. La concepción de Evers sobre el cerebro introduce modificaciones profundas en nociones fundamentales tales como las de la conciencia, la identidad, el Yo, la integridad, la responsabilidad personal y la libertad. "El cerebro adulto y sano es moral -dice-. Casi todo el cerebro es aprendido. Los humanos, a diferencia del resto de los mamíferos, nacemos con un cerebro no acabado y utilizamos gran parte de nuestra vida para desarrollarlo". En las entrevistas realizadas por Nora Bär ("La Nación", 23 de abril de 2001) e Ima Sanchis ("La Vanguardia", 23 de junio de 2012), la científica sueca amplía sus conceptos sobre la aplicación de la ética en las investigaciones científicas.


¿El cerebro es moral?

Si hablamos de un cerebro adulto y sano, sí.

La moral se aprende.

Casi todo el cerebro es aprendido. Los humanos, a diferencia del resto de los mamíferos, nacemos con un cerebro no acabado y utilizamos gran parte de nuestra vida para desarrollarlo.

Unos más y otros menos.

El hombre de Neandertal utilizaba más de la mitad de su vida para desarrollar su cerebro. La evolución ha favorecido el dominio de un animal cuyo cerebro responde al aprendizaje. La educación influye en el cerebro, y este descubrimiento ha sido crucial.

¿Qué más sabemos?

Que las distintas capacidades utilizan distintas zonas del cerebro; las capacidades morales se desarrollan en el lóbulo frontal, que se desarrolla con la edad.

Cuando nacemos, ¿el lóbulo frontal está en pañales?

Sí, y eso significa que los niños y adolescentes no tienen capacidad para entender algún tipo de pensamiento moral y nociones de riesgo. Por tanto, en la educación debemos tener en cuenta su nivel de desarrollo.

Y procurar no dañar esa zona.

Cierto, porque la persona que a raíz de un accidente tiene dañado el lóbulo frontal puede convertirse en moralmente incapaz. No es que no quiera, sino que no puede. Biológicamente ha perdido la base del comportamiento moral.

¿La sociedad es el resultado del tipo de cerebro que tenemos o viceversa?

Las sociedades están creadas por cerebros, pero a la vez el tipo de cerebro que tenemos es el resultado de nuestra sociedad. Hay una gran cantidad de influencias que van en contra de la arquitectura cerebral, y ese es un descubrimiento reciente que tendrá un gran impacto en la sociedad y los seres humanos del futuro.

¿Cómo influye la ilusión en la construcción del cerebro?

Las ilusiones existenciales son necesarias. Por ejemplo, no queremos ver el sufrimiento que nos rodea, ser plenamente consciente de él lastraría en exceso nuestra vida. Somos animales dominados por el miedo, queremos trascender y eso es una ilusión, porque somos seres biológicos pero seguimos disociándonos de la naturaleza.

¿Es cultural o cerebral?

Es el resultado de ambas. La neuroteología dice que hay diferencias en el cerebro entre las personas religiosas y no religiosas.

Somos menos lógicos de lo que creemos.

Y perdemos la lógica con la edad. Los niños son más lógicos que los adultos, por eso debería estudiarse lógica en la infancia. Dígame, si creamos un robot extremadamente sofisticado, ¿se convertirá en una persona?

Según Philip K. Dick, autor de ¿"Sueñan los androides con ovejas eléctricas"?, no.

Exacto. Durante el siglo XX se ha analizado al ser humano como un robot intelectual. Hoy sabemos que la emocionalidad aumenta nuestra inteligencia y nuestra capacidad para comportarnos de manera compleja. Los androides de Dick no podían prever las acciones humanas porque no tenían emociones para entender cómo nos comportamos. Pero si conseguimos que las aprendan, tendrán autoconciencia.

¿Por qué el 99% de nuestra comunicación es inconsciente?

Tiene que ser así porque la conciencia es algo muy lento y no sobreviviríamos. De hecho, comunicamos menos de lo que creemos. La mayoría de las veces nos comunicamos únicamente con nosotros mismos. Cada cual interpreta las cosas de manera distinta, por eso es ridículo intentar identificar comportamientos de grandes grupos; decir por ejemplo "los hombres son así o las mujeres asá" no es correcto, las diferencias individuales son mayores que las de sexo.

¿Cómo se aplica la neuroética a temas concretos?

Hay estudios sobre las funciones cerebrales realizados con personas en coma o en estado vegetativo. En algunos casos se ha visto que tienen capacidad de pensamiento, de comunicación y de autoconciencia, y esto nos pone frente a cuestiones éticas muy difíciles.

Según el cardiólogo holandés Pin van Lommel, muchas personas, al despertar de un coma, recuerdan lo acontecido.

Es cierto. En Suecia se dio el caso de una persona que dijo al despertar: "Me ponían una música horrible". En Bélgica, Steven Laureys ha intentado establecer comunicación con personas en coma utilizando la neurotecnología, midiendo la actividad cerebral que se genera en cada pensamiento.

¿Pueden preguntarles cosas?

Sí. Los resultados son muy interesantes porque se puede establecer comunicación sin hablar y sin comportamiento externo. Las mismas investigaciones realizadas con personas sanas demuestran que podemos llegar a leer la mente, aunque los resultados hasta ahora son limitados.

¿Las diferencias en los estándares bioéticos de cada país se deben a cuestiones culturales?

Hay grandes diferencias culturales que tienen que ver con actitudes hacia la religión, problemas sociales, políticos, económicos... todas ellas son obviamente relevantes en cuanto a la ética. Pero también existen muchas similitudes, especialmente en lo relativo a la valoración de las cualidades humanas individuales: honestidad, respeto, no falsificar materiales, no robar el material de un colega, ser cuidadoso al elegir los métodos de los experimentos que se realizan... Eso es lo mismo en China, Suecia, Cuba, Sudáfrica, los Estados Unidos y presumo que en la Argentina.

¿Cómo se logra que los científicos acaten las normas éticas?

Hay muchos niveles de implementación. La mayoría de las reglas éticas que he reunido y analizado, alrededor de ciento cincuenta de seis continentes y veintidós países hasta el momento, se vincula con la legislación nacional. Esto, por supuesto, implica que la policía y las cortes funcionen bien. Pero muchas normas éticas van más allá de la legislación nacional. Para eso existen los consejos de investigación. Ellos actúan como cuerpos de control ante los que se puede reclamar. Si un profesor roba los resultados de un estudiante o si se falsifican datos, entonces el culpable no recibirá fondos para investigar. El desprestigio, además, es un efecto particularmente severo en la comunidad científica. En cierto sentido es un sistema de autorregulación.

Una de las cuestiones éticas que actualmente se discuten es la clonación humana. ¿Qué opina usted al respecto?

Como usted sabrá, las opiniones divergen. Personalmente, creo que se han sugerido una cantidad de argumentos en pro y en contra que no tienen mucho que ver con la realidad. La idea de que es posible crear seres humanos idénticos es una concepción errónea. No es posible crear un grupo de individuos idénticos, porque dos clones tendrían menos similitudes que los hermanos gemelos. Las personas que están a favor de la clonación piensan que si uno pierde un hijo puede obtener uno nuevo idéntico al anterior. Eso, creo, es una concepción errónea de la clonación y una actitud incorrecta frente a la vida y la muerte. Por otro lado, no entiendo la necesidad. Hay tantas enfermedades, como la malaria, por las que mueren miles de personas, que los fondos en ciencia deberían estar dirigidos a otras cosas...

¿Y si se hiciese con fondos privados?

No veo la diferencia. ¿Por qué siempre asumimos que el interés privado debería ser esencialmente egoísta y orientado al lucro personal? Por otro lado, encontrar la cura de la malaria también podría brindar beneficios económicos. En fin, no soy economista, pero, hablando como una eticista, creo que hay argumentos éticos relevantes que tienen que ver con la distribución de fondos.

¿A qué atribuye las reacciones opuestas que se registran en Europa y Estados Unidos en torno de los transgénicos?

Entre otras cosas, son dos estilos diferentes de analizar las cosas. En los Estados Unidos no hay nada tan sagrado como la libertad para producir riqueza, mientras que en Europa se considera que el provecho individual no puede ir en contra del provecho colectivo. Los transgénicos tienen un potencial muy interesante, pero también tienen riesgos potenciales. En este momento, creo que tendríamos que adoptar una política de esperar y ver, pero ése es más un estilo europeo que norteamericano.

¿Por qué, cree usted, mucha gente le teme a la ciencia?

Por un lado, está el síndrome Frankenstein: muchos creen que los científicos pueden crear cosas horribles. Y no carecen totalmente de justificación: los científicos hicieron la bomba atómica, por ejemplo. Pero principalmente es el miedo a lo desconocido lo que hace que la ciencia sea aterradora para mucha gente. Sienten que tienen una completa falta de control sobre lo que hacen los científicos y falta de conocimiento también. El tema de la clonación es un ejemplo típico. Fue desarrollada en tan poco tiempo, y nuestras intuiciones morales simplemente se quedan atrás.