4 de febrero de 2014

Vincent de Gaulejac: "La neurosis de clase define las principales características de los conflictos psicológicos vinculados con el desclasamiento social"

El sociólogo francés Vincent de Gaulejac (1946) establece, para elaborar su concepto de neurosis de clase, un puente entre la sociología y el psicoanálisis y a partir de allí se aboca a los conflictos psicológicos que enfrenta una persona que ha atravesado un desclasamiento social, ya sea de promoción o regresión. "La evolución de las sociedades modernas -afirma- hace que cada vez más individuos cambien de lugar en la sociedad. La movilidad cultural y la movilidad social contribuyen a desarrollar el fenómeno de la individualización: el individuo se define menos por referencia a un grupo social/étnico/familiar que le confiere un lugar dentro de un orden estable, que con relación a sí mismo, en referencia a categorías desocializadas (su personalidad, su cuenta en el banco, su signo zodiacal, su físico, etc.) dentro de un orden cambiante. La característica principal de la neurosis de clase remite a la intrincación sistémica entre conflictos sociales y conflictos psíquicos, que se van apoyando unos sobre otros en el sentido de un fortalecimiento mutuo". "El término es ambiguo en el plano teórico -admite-, porque tiende a asociar una noción clínica y una noción sociológica que no tienen un vínculo directo entre sí: las clases no son neuróticas, las neurosis no dependen de las clases sociales. Sin embargo, lo hemos conservado porque tiene una resonancia particular en las personas cuyos conflictos psicológicos están ligados a un desclasamiento. En la subjetividad de estas personas existe un estrecho vínculo entre su trayectoria social y las dificultades psíquicas con las que se enfrentan". De Gaulejac conversó con María Luján Picabea para la edición nº 536 de la revista "Ñ" que apareció el 4 de enero de 2014. En la charla, el sociólogo francés habló sobre su libro "La neurosis de clase" en el que define las principales características de los conflictos psicológicos vinculados con el desclasamiento social, un cuadro clínico que describe la sintomatología de los individuos que cambian de posición en la estructura de clases y que permite aclarar el papel respectivo que juegan los factores psicosexuales y los factores sociales en la génesis y el desarrollo de este tipo de neurosis.


En la sociedad actual, ¿se puede hablar aún de clases sociales como compartimentos estancos? ¿De qué modo se adapta al mundo actual el concepto de neurosis de clase?

Yo escribí este libro hace treinta años en Francia, en un momento en que las clases sociales todavía se evocaban como una lectura posible de la sociedad. Hoy no es el caso, estamos en una sociedad fragmentada; Zigmunt Baumann habla de la sociedad líquida, pero eso no significa que no haya más clases sociales, pero sí que no son tan identificables como antes lo eran. Si la movilidad social hace unos cincuenta años era algo excepcional, hoy por hoy se ha vuelto la norma. La idea de clases sociales en el sentido marxista ya no es tan pertinente para leer la sociedad, lo que no significa que las relaciones de dominación no existan más, lo que no quiere decir que la internalización de los hábitos ligados al medio social del que uno viene ya no exista. Pierre Bourdieu ha analizado la violencia simbólica de las relaciones sociales. Los complejos de inferioridad y superioridad existen y, en parte, están muy ligados a problemáticas sociales. La distancia entre ricos y pobres crece cada vez más, entonces no hay que creer que porque las clases sociales ya no son tan fácilmente identificables no es por eso que han desaparecido las relaciones de dominación y la dimensión social y simbólicas que esas relaciones de superiores e inferiores, clases altas y bajas, la gente bien educada y mal educada sigue existiendo. Por eso imaginé la idea de que la lucha de clases fue reemplazada por una lucha por los lugares.

En el libro se refiere al término de realización personal como una especie de condena. ¿Considera que en la sociedad actual eso es más pesado que lo que ha sido históricamente?

Estamos absolutamente sumergidos en la ideología de la realización de sí mismo. Este es un fenómeno nuevo, masivo. Las generaciones de burgueses anteriores a los '60 tenían como proyecto parental para los hombres que debían ser abogados, ingenieros o médicos. Para las mujeres, casarse con un abogado, ingeniero o médico. En las clases populares no había proyecto parental más que aceptar la condición de obrero o campesino o bien tener la esperanza de que, a través del estudio, uno podía acceder a un estatus social un poco menos duro, con un salario mensual, llegar a ser empleado de oficina, con un trabajo estable, sin tener que estar expuesto a las inclemencias del clima. La identidad estaba muy determinada por la reproducción de las relaciones sociales. Hoy, cuando uno les pregunta a los padres sobre cuál es el proyecto parental respecto de sus hijos, dicen que esperan que haga lo que quieren y lo importante es que él o ella sea feliz. Lo que sucede es que en el ejemplo anterior los padres sabían cómo uno se convierte en abogado, ingeniero, médico; mientras que hoy los padres no saben cómo se hace para ser feliz. En un contexto en el que la cultura del alto rendimiento, la excelencia no pasa sólo por la familia sino por los medios de comunicación, nos arrastra a la idea de que para tener éxito en la vida hay que poder realizarse, desarrollarse como las estrellas, los campeones de fútbol, las personas que tuvieron éxito. Hay una especie de demanda, muy individualista y narcisista, que dice que para ser reconocido hay que ser emprendedor de su propia vida. La idea imperante es que a los que les va bien es porque tienen talento. Por el contrario, a los que les va mal es porque no supieron realizarse, no supieron desarrollar su capital humano. Para la ideología de gestión, con la que se manejan las empresas, el yo de cada individuo se convirtió en una especie de capital que hay que hacer crecer. Eso es una ideología individualista, capitalista, que se va internalizando con la idea de que hay que ser rendidor en la escuela para llegar a los mejores lugares en las empresas de mayor rentabilidad y las mejores posiciones. Esa es la lucha por los lugares y eso es lo que moviliza a los individuos. Y lo hace caer en una trampa, que es la igualdad de oportunidades: la idea de que es el talento el determinante esencial de la existencia humana. Ahí hay algo muy interesante para un sociólogo y muy inquietante para un ciudadano, una especie de carrera de cada individuo para tratar de hacerse un lugar en la sociedad y ser reconocido. En las grandes empresas internacionales se ve hasta qué punto es destructiva la lucha por los lugares, la competencia generalizada, la búsqueda insaciable de reconocimiento. Pero nunca habrá satisfacción para ello porque es una ilusión narcisista. Yo trabajé sobre este tema, sobre el sufrimiento en el trabajo, una causa de malestar entre la gente.

¿Esta ideología se desactiva desde lo personal o es una proceso que tiene que ver con lo social?

Seguramente sí, yo creo que en el deseo que tiene cada individuo de nacer como sujeto se ve confrontado a sus conflictos. Distingo dos posiciones en las cuales nos vemos confrontados: las reacciones defensivas y los mecanismos de liberación. Las reacciones defensivas son aprender a vivir en ese contexto de lucha de lugares, tratando de vivir lo mejor posible, adaptándose a la ideología del rendimiento. Siempre es una reacción defensiva porque nunca hacen lo que quieren hacer y cuanto más se adaptan desembocan muy a menudo en la depresión, porque cuando el yo ya no está a la altura de las exigencias de rendimiento se desmorona. Los mecanismos de liberación son los trabajos que el sujeto hace sobre sí mismo para liberarse de esas exigencias ilusorias, para desinternalizarse de esa ideología y desincorporar todos esos mecanismos de adaptación que tuvo que implementar para poder vivir en ese mundo. A mí me asombra que haya millones de personas que implementan pequeñas estrategias individuales de liberación, por ejemplo incorporándose como militantes en grupos solidarios, de economía social, decidiendo renunciar a ganar mucho dinero porque quieren tener una actividad cultural, aceptan que les paguen menos porque, por ejemplo, ser docentes tiene para ellos un sentido más profundo. Militar para revalorizar las profesiones que han sido invalidadas también es muy importante. Esos son mecanismos de liberación que están a nivel de cada sujeto que trata de darle sentido a su existencia pero en realidad no toman cuerpo hasta que no haya un grupo que los retome a nivel colectivo y les de consistencia a nivel social. Por eso, nacer como sujeto, construirse, no es sólo un problema personal sino también un problema político.

¿Esta presión es más tangible en las grandes ciudades?

No, porque las capacidades de invención de los humanos para existir están en la adaptación al contexto social en el cual están. Hasta en los campos de concentración, los universos más totalitarios que hayan podido existir, donde los individuos están desprovistos de todo, hay una capacidad de resistencia del sujeto que es muy fuerte. Evidentemente los recursos de los que disponemos son distintos en las grandes ciudades que en el campo, diferentes para las clases más altas y las que están en situaciones de gran precariedad, pero la capacidad del sujeto de construirse son ilimitadas. Es algo que está en el centro del hombre y de la humanidad.

Entonces, ¿habría que trabajar sobre la trampa de la igualdad de posibilidades y de que crearse a sí mismo sólo depende del talento?

Un amigo, Robert Castell, decía que para poder existir como individuo en la sociedad tal cual es, hay que tener algunos soportes, en términos de derecho, capital social, capital económico... Y ahí hay una desigualdad profunda en términos de soportes que favorezcan la existencia social de los individuos, por eso decía que el problema es político. Es una ilusión pensar que hay igualdad para ejercer el talento entre hombres y mujeres. La posibilidad de ejercer el talento depende de elementos objetivos y no sólo subjetivos.

¿Cómo lee las influencias de las nuevas tecnologías en términos de reproducción o no de esta ideología imperante de lucha por los lugares?

Es muy interesante en varios niveles. La gente invierte parte de sus ingresos y de su tiempo en nuevas tecnologías que son al mismo tiempo un formidable instrumento de emancipación y de alienación. Me acuerdo siempre del gerente de una empresa que me decía: "Estas nuevas tecnologías son geniales porque soy libre para trabajar veinticuatro horas". Lo cual es la paradoja más grande que existe. Hoy ya no hay movimientos sociales en términos de grandes manifestaciones que hagan la revolución, pero vemos movimientos de estudiantes u otros en los que las redes sociales juegan un papel importante en términos de creatividad, inteligencia colectiva, etc. Allí está lo mejor y lo peor, empero es uno de los elementos que contribuyó a desestructurar a la sociedad en términos de clases para construir una sociedad de los individuos pero, al mismo tiempo, una sociedad móvil, líquida, fragmentada, donde hay toda una parte en la que no se sabe qué es real y qué es virtual. Es una sociedad a la vez real y virtual. Entre el ser del hombre y el de la sociedad aparece esta esfera virtual de comunicación y relación que las tecnologías permiten y que está globalizada. Es uno de los cambios a los cuales hayamos asistido en la historia de la humanidad. Muy apasionante y muy inquietante.

¿Cómo ve el futuro, cree que se profundizará la emancipación o la alienación a través de estas tecnologías?

Me parece que tenemos que entender que nuestro mundo es cada vez más paradójico, que no se puede contestar a la pregunta en término de esto o aquello; lo importante es que ambas cosas suceden al mismo tiempo. Yo estoy escribiendo un libro sobre la sociedad paradojante, no paradójica, sino paradojante. Es decir, una sociedad que nos pone ante desafíos en los cuales no sabemos qué es creación, qué destrucción, qué es alienación y qué emancipación, qué es positivo y qué negativo, porque son las dos cosas al tiempo. Entonces no sabemos muy bien qué hacer. Es más fácil vivir en un mundo maniqueísta en el que hay buenos y malos porque sabemos de qué lado ir; aquí es imposible.